Las ecuaciones de la física y la realidad de la Naturaleza.

Es una doctrina de la Física que los movimientos de los cuerpos (y de ellos sale todo lo demás) se describen mediante ecuaciones diferenciales. Son estas ecuaciones matemáticas en las que intervienen los cambios de los valores de una magnitud (si cambia, varía y por ello se la denomina “variable”) con respecto a los cambios de los valores de otra.

 

La Física fue desde el primer momento, relativista: Todo lo que describe es unas cosas respecto, relativamente a otras.

 

Como solo tenemos, para la descripción de la Naturaleza, ecuaciones diferenciales, para saber cómo cambia aquella necesitamos resolver o solucionar esas ecuaciones. Para ello precisamos condiciones iniciales de los sistemas naturales, y condiciones de contorno para saber por donde se mueven.

 

Pero estas condiciones iniciales y de contorno no forman parte de las ecuaciones diferenciales, de las “Leyes de la Física”. La ignorancia de esta realidad, la matematización a ultranza de la Física, lleva a afirmaciones absurdas por parte de algunos (o la mayoría) de los divulgadores de la disciplina. Una de estas, repetida muchas veces, es que el viaje hacia atrás en el tiempo es posible, porque las ecuaciones de movimiento son simétricas en la “variable” tiempo.

 

Evidentemente, las ecuaciones lo son, pero no lo son las condiciones iniciales. Para imponer a un sistema físico unas condiciones iniciales que produzcan la inversión del movimiento en el tiempo, necesitamos interaccionar con el sistema con otro que ya no es simple ni lineal, de manera que no es posible garantizar que esa nueva condición inicial vaya a reproducir la condición final.

 

Así ocurre cuando hay tres soles, tres cuerpos de masas ligeramente distintas en atracción gravitatoria mutua. Estos tres cuerpos realizan movimientos caóticos, y los vuelven a realizar si se invierte el sentido de la variación del tiempo, de manera que no vuelven, en periodos de la edad del Universo, a sus posiciones originales.

 

Los movimientos de sistemas, de cuerpos, de masas pequeñas son, generalmente, aleatorios, ya que están sometidos a fuerzas de otros muchos cuerpos. Por ejemplo, los electrones están, incluso en el espacio intergaláctico, sometidos a múltiples interacciones extremadamente irregulares, de otros cuerpos eléctricos lejanos, o cercanos. Incluso dentro de una “Jaula de Faraday”, es decir, dentro de una esfera conductora, los electrones están aislados de los campos eléctricos y magnéticos exteriores a esa esfera, pero sometidos a las interacciones con los electrones del cobre de la esfera en sí misma, que se mueve de manera impredecible.

 

Pero la Naturaleza no es totalmente aleatoria. Aunque los electrones se mueven aleatoriamente, lo hacen dentro de regiones del espacio concretas y finitas. Lo que introduce un esquema de orden en su movimiento son las partículas de gran masa, los protones, cuyos movimientos, debido a esa masa elevada, son muy lentos.

 

La Naturaleza es entonces el juego constante entre los movimientos caóticos, e incluso aleatorios, de unas partículas, y los movimientos cuasi deterministas de otras.

Un estudio ¡apasionante!

El fanatismo y cómo eliminarlo

Las personas que estudiamos los problemas ambientales solemos analizar todos los ángulos de los mismos. Sabemos que una vida respetuosa con el Medio Ambiente es, no solo mejor a largo plazo, para las personas y la sociedad, sino incluso mejor ahora mismo.

 

¿Qué mejor que respirar aire sin contaminar, comer unos tomates con sabor, beber un agua sin cloro? ¿No sería magnífico dejar de escuchar los ruidos de coches, camiones y autobuses? ¿No sería maravilloso compartir el planeta con muchos de los animales que aún lo habitan?

 

¿Por qué no lo estamos haciendo?

 

El haber hecho las cosas mal hasta ahora es una consecuencia de la falta de reflexión desde el comienzo de la era industrial, de la falta de ganas de aumentar nuestro conocimiento de actuar siempre sabiendo lo que hacemos.

 

Los empresarios ingleses del siglo XIX estaban acostumbrados a comerciar, bien con bienes de lujo para muy pocos clientes, bien con esclavos que no tenían ninguna capacidad de adquirir productos. Desconocían el principio básico de Henry Ford, de que uno debe pagar bien a los trabajadores, pues son estos los que compran los bienes producidos.

 

Hoy llevamos más de 200 años de teoría económica y es preciso repetir esta realidad una y otra vez, a todos aquellos que tienen algún poder de decisión. El sistema capitalista, que es el que se supone que desean, exige vender los productos producidos, y que las gentes compren los servicios ofertados. Sin compra no hay venta, y sin venta no hay beneficios.

 

La sociedad inglesa, y muy pronto, la estadounidense, empezaron un ciclo de crecimiento económico puntuado por crisis largas, producto de esa ignorancia, o del rechazo voluntario del conocimiento, de la realidad. La razón era también histórica: Una buena parte de la economía inglesa de los siglos XVI al XIX se basaba en la piratería, incluso en este último siglo, en la venta de droga, de heroína a los chinos. En España, el equivalente de robo ha sido, desde el Duque de Lerma, el pelotazo inmobiliario.

 

Son estas últimas actividades el equivalente del robo descarado, y claro, el robo no tiene cabida en la teoría económica.

 

Estamos así en una inconsistencia mental: Por un lado, la razón nos dice, y la teoría económica lo sustenta, que para que aumente la riqueza general e individual, debemos conservar y mejorar lo que tenemos: Las personas y los recursos.

 

Por otro lado, la cultura tribal, que utiliza poco la razón, y mucho más la emoción, el que uno coja en todo momento todo lo que pueda, aunque agote lo que le rodea (en esa cultura, el sistema es esencialmente nómada) compite con la razón una y otra vez.

 

Hubo una época en la historia de la humanidad en la cual solo había acciones tribales. Poco a poco, sobre todo a partir de la Grecia clásica, la razón fue avanzando.

Pero muy poco a poco.

 

Comparado con el éxito de la razón, la eficiencia de la acción tribal, o su equivalente, el fanatismo, ha sido nula. Sin irnos muy lejos, tenemos los ejemplos de Hitler, que promovía la tribu germánica y rechazaba la ciencia, Stalin, y el desastre económico ruso, y hoy el ISIS/DAESH, y su inmenso fracaso. Como fracasará el Brexit, el Trumpismo y la idea de la tribu catalana. No por nada, sino porque el robo, como se veía en las expediciones vikingas, deja de rendir al poco tiempo: No reproduce la riqueza, la agota.

 

Es un problema de visión, es incluso un problema de género. Una mujer sabe que el hijo nacerá ¡dentro de nueve meses! Sabe, porque la agricultura fue primero una actividad femenina, que el trigo tarda 7 meses en granar. La mujer, y luego el agricultor, conservan lo que les rodea.

 

El cazador/recolector coge lo que encuentra, destroza lo que puede, y se muda a otro cazadero. En Ur, el agricultor conservaba, el bandido robaba.

 

El ser humano echa de menos la tribu. Son decenas de miles de años de vida tribal, frente a no llega 1500 años de avance lento de la razón.

 

Los que ignoran lo que rinde la razón se refugian en la idea del rebaño, en la protección, en el círculo que hacen los búfalos de África ante los predadores.

 

El fanatismo es el rechazo de la razón para formar el círculo de la tribu frente a “los demás”.

 

¿Tiene solución esta dicotomía?

 

La tiene, y pasa por la educación, el mostrar de todas las maneras posibles las ventajas de la razón, de la ciencia, frente a los desastres de los esquemas tribales, en mostrar sus fracasos siempre que han llegado a ser predominantes.

 

La educación es muy defectuosa, aunque obligatoria para todos durante muchos años de la vida. Si no lo fuera, no habría necesidad de enseñar la realidad a los adultos: Todos la conocerían. Son las personas que desconocen la historia de sus países, su literatura, aquellos que desconocen los logros de la ciencia, de la razón, los que creen que sin un enorme esfuerzo de racionalidad se mantiene la cultura de la civilización, creen que esta es automática, esos son los que causan los problemas actuales.

 

Son los que desconocen cómo avanzamos hacia una catástrofe climática y ecológica, los que se resisten a poner en marcha las medidas adecuadas, que como plus aumentarían la riqueza de cada ciudadano. Son los americanos que desconocen que lo que desean hoy era solo posible ayer, cuando las grandes praderas y el Oeste eran todavía vírgenes, y muchos otros países, por ejemplo, China, habían alcanzado el nadir de su evolución histórica. Son los ingleses que desconocen en qué se basaba su riqueza, son los catalanes que desconocen la realidad de su historia.

 

Son, esencialmente, los que tienen miedo y se refugian en la protección de la tribu, dificultando, queriendo impedir el desarrollo de la razón, de la ciencia, el arte, las humanidades, que son lo que nos ha traído hasta este avance inconcebible de riqueza y civilización.

La ignorancia como problema del siglo XXI

La ignorancia fue siempre un problema para la vida social, puesto que los ignorantes ignoran su ignorancia y en ella proponen, y a veces consiguen, realizar acciones ridículas que pueden llegar a dañinas.

 

Pero esto, que era un mal controlado durante milenios, ha surgido como un problema grave con la capacidad que da Internet y las redes sociales en este siglo XXI para comunicar ideas absurdas.

 

Entender la realidad, y pensar racionalmente es algo que nunca es inmediato, es una actividad que exige obtener los datos correctos, estudiarlos, reflexionar sobre ellos. Implica lo que se denomina trabajo, y eso es algo que pocas personas quieren realizar. Es más sencillo actuar sin datos o con datos erróneos, sin su estudio, sin reflexión.

 

Pero cuando se escupe lo que se ha pensado se hace con toda la autoridad del mundo, porque ¿No somos todos iguales?

 

El esfuerzo de años de una persona para dilucidar algún aspecto importante de un tema bajo investigación queda reducido siempre a “De eso sé yo también y esta es mi opinión”.

 

Ayer estuve viendo una representación de “Arte” de Yasmina Reza (una obra algo ya talludita). La obra en sí no me interesó: eran demasiados gritos para no llegar a nada, situaciones que podían resolverse en 2 minutos duraban 20. Pero lo interesante era el comportamiento de los espectadores, unos 200, ciudadanos de Alcalá de Henares.

 

Estas personas se reían cuando los protagonistas se atacaban entre sí, y aplaudían cuando estos protagonistas alababan la falta de racionalidad que la autora supone es el Arte, así, con mayúsculas.

 

Los aplausos marcaban un ansia de escapar de lo único humano que tenemos: La razón. Y mostraban su ignorancia, pues arte y ciencia son las dos actividades esencialmente,

esencialmente, racionales del ser humano.

 

Ningún artista pinta sin reflexionar, estudiar, considerar largamente lo que va a pintar, lo mismo que ningún músico compone al azar, ni ningún escritor desarrolla una novela, una obra de teatro, sin pensar mucho todas las situaciones y reflexionar sobre lo que quiere decir y cómo lo quiere decir. La representación, teatral, o cinematográfica, precisa horas de ensayo para parecer espontánea.

 

Crear es la máxima actividad humana y es equivalente a los descubrimientos de la ciencia.

 

Se dice, con razón, que muchas personas que han votado el Brexit, que han votado a Trump, que quieren un paraíso inventado entre los Pirineos y el Mediterráneo, lo que quieren es rebelarse contra un mundo en el que, con dolores de parto, y muy lentamente, avanza la razón sobre la irracionalidad de la tribu. Lo mismo que los salvajes de ISIS/DAESH lo que querían era invertir el paso del tiempo y volver al medievo, a la irracionalidad de dogmas inverificables, a la irracionalidad de la violencia. Recordemos de esta que, como escribía Asimov, “La violencia es el último recurso del incompetente”.

Y todo esto está ocurriendo en sociedades que nunca han tenido tanta cantidad de “educación”. Nunca antes en la historia han ido todos los niños y adolescentes de una gran cantidad de países del mundo al colegio, durante años y años.

 

Y sin embargo la ignorancia de una buena cantidad de la población es supina, es asombrosa. Alumnos de ingeniería naval que no tienen ni idea de a qué distancia está América de España (sus respuestas varían entre 1.000 y 20.000 km), alumnos de Arquitectura que no saben lo grande que es la Tierra, o la altura de la atmósfera y lo que pesa ésta, que de hecho no saben recitar ningún trozo de alguna obra de Lope o de Calderón, alguna poesía de Quevedo, o de Zorrilla.

 

Y que ignoran la historia de sus propios pueblos. Por ejemplo, que en Siria e Iraq hace 1300 años no había un Islam ortodoxo, como que las sectas cristianas que asumían relatos incompatibles con los evangelios actuales eran numerosas como las hojas de los árboles, o que Fernando de Aragón casó con Isabel de Castilla para arreglar la bancarrota de aquel reino, o que Inglaterra se hizo “grande” actuando de piratas por todos los mares y vendiendo opio y heroína en China, con los “camellos” protegidos por la armada británica.

 

Es la ignorancia de la realidad lo que hace pensar a muchos estadounidenses, comenzando por su jefe, que pueden volver al pasado de unos EEUU vacíos, que pueden vivir aislados de China o que un muro con México va a resolver algún problema económico de familias americanas de bajas capacidades intelectuales.

 

Y es la ignorancia de dirigentes políticos con títulos de doctor en diversas materias, así como la ignorancia de millones de ciudadanos, la que niega el Cambio Climático, y las soluciones evidentes para el mismo, soluciones que al tiempo que nos protegen de un problema inmenso, generarían millones de puestos de trabajo y relanzarían de una vez la economía, pues esta no es otra cosa más que la captura de cada vez más energía y su distribución a cada vez más gente.

 

¡Qué pena! Una población con 16 años de educación y fundamentalmente, en una buena proporción, ignorante.

 

Credulidad e incredulidad

La ciencia, aunque algunos, por interés propio, se esfuerzan en negarlo, se basa en la falsabilidad: Cualquier afirmación científica, si lo es, debe poder ser rechazada en algún momento, mediante las pruebas adecuadas. Es por esto por lo que el Big-Bang no es una afirmación científica: No podemos realizar pruebas, ni siquiera en principio, para rechazar esa hipótesis, no es posible volver atrás en el tiempo para aceptar o rechazar esa afirmación.

 

¿Es científica la afirmación de que estamos cambiando el clima? Al menos en principio lo es, otra cosa es que queramos hacer la prueba. Esta prueba es evidente e inmediata: Si dejamos de quemar combustibles fósiles, la teoría del cambio climático nos dice que la temperatura media global del planeta debe estabilizarse y empezar a disminuir al cabo de unas décadas. Por lo tanto, la teoría es falsable y es una teoría científica correcta.

 

En sus interacciones con el resto de seres humanos y con el mundo en el que vivimos, las personas emplean, en un pequeño porcentaje, esquemas racionales para generar en sus mentes mapas mentales de esa realidad externa, pero en un porcentaje mucho mayor emplean mapas mentales adquiridos por esos contactos con el resto de las personas, sean esos mapas mentales falsables o no.

 

Por ejemplo, una secta religiosa americana afirma que su fundador recibió la visita de un ángel que le transmitió instrucciones de comportamiento. Es imposible falsar esa afirmación: No podemos volver a la ocasión concreta de la revelación ni, en el caso de que pudiésemos hacerlo, podríamos visualizar la visita mental de un ángel al cerebro de una persona. Incluso si esa visita se produjese hoy a un sujeto dentro de una máquina de electroencefalogramas, las variaciones de las corrientes eléctricas del cerebro detectadas por lo electrodos del aparato podrían sencillamente deberse a alucinaciones de tipo habitual.

 

¿De donde viene la credulidad?

 

En principio, los niños son enormemente crédulos … hasta que llega un día en que empiezan a ver la realidad. Yo recuerdo haber ido a mi última función de circo, solo, una vez en Murcia, no recuerdo a qué años, y salir de la misma absolutamente decepcionado, al haber visto todos los trucos.

 

En las bandas primitivas, de las que quedan muy pocos ejemplares, el jefe de la banda ha conseguido esa posición porque se ha equivocado pocas veces al señalar el lugar de reposo, al indicar la caza de una pieza y no de otra, al localizar lugares con agua, al resolver disputas entre los miembros de la banda. Si esta persona atribuye esas decisiones a algo externo al mundo, algo irresponsable, consigue dos objetivos: Elimina la condena si se equivoca, ya que “seguía órdenes”, y elimina la competición con otros de la banda, que no comunican con el exterior.

 

No sabemos (o quizás sí, pues aún hoy aparecen constantemente profetas que desaparecen al poco) cuántos profetas hubo en los primeros tiempos de historia y de la prehistoria. Solo conocemos los que tuvieron éxito, y ese éxito se medía siempre por la capacidad de organizar a las bandas en tribus y a estas en federaciones.

 

Normalmente los profetas ofrecen a los que les siguen un paraíso prometido desde el exterior del Cosmos, o apocalipsis diversos. Lo estamos viendo estos días en diversos lugares de Europa, y en los EEUU. Paraísos y apocalipsis suelen fallar. Ahora bien, una vez organizado un sistema identitario, incluido en él de forma más o menos completa un sistema de seguridad social, el esquema tribal de xenofobia mantiene, primero el grupo, luego, las ideas del grupo. Se pasa de un grupo construido alrededor de una o varias ideas, a unas ideas mantenidas por la cohesión del grupo, ya que los que lo abandonan son tachados de traidores e insolidarios. Tenemos un ejemplo hoy en una región de España.

 

El cambio climático producido por el ser humano al quemar masivamente combustibles fósiles es una realidad. Su rechazo por parte de muchas personas, sobre todo personas en situación de poder político y económico, es también una realidad. Ese rechazo deriva del apoyo a creencias sin fundamento pero que conforman las ideas de una cierta tribu, ideas que se refuerzan con cada nueva prueba científica del fenómeno.

 

Si en un club de empresarios uno es parte del mismo siempre que acepte las ideas de hacer beneficios hoy y que el que venga detrás que arree, el cambio climático, que es un fenómeno que se extiende en el tiempo a lo largo de décadas, y cuyo freno exige desarrollos también de décadas, se visualiza como el ataque de unos locos. Y puesto que personas con esos esquemas mentales solo piensan en beneficios inmediatos, no pueden atribuir a los “locos” otros motivos que ser unos pagados por …. ¿Quién podría pagar a esos “locos”?

 

La credulidad en el código de la tribu sin someterlo a la crítica mantiene la cohesión de aquella, pero produce su destrucción cuando la realidad cambia la efectividad de ese código, adaptado a unas condiciones de contorno distintas de las actuales.

 

Es preciso tener las mentes abiertas y sobre todo rechazar los códigos estáticos. Estos son un manual de instrucciones para la supervivencia, pero como cualquier manual de instrucciones, dejan de ser útiles cuando lo que hay que resolver son problemas distintos de aquellos para los cuales se establecieron los manuales.

La locura de los coches grandes

El trabajo físico (que es para lo que queremos las máquinas, los vehículos, finalmente) está dado por el producto de la fuerza por el espacio recorrido bajo esa fuerza. Pero la fuerza para recorrer un espacio viene dada por el producto de la masa por la aceleración.

 

Sin más reflexiones, si doblamos la masa de un cuerpo que acelera, doblamos la fuerza y por tanto el trabajo y consecuentemente, la energía que precisa ese cuerpo para realizar el desplazamiento.

 

Esta energía concreta solo se gasta cuando hay aceleraciones. Pero en el 90% de los casos, la conducción se realiza en atascos y dentro de las ciudades donde, en un recorrido de 4 kilómetros, los coches deben acelerar 40 veces debido a los semáforos, pasos de peatones y rotondas. Lo mismo ocurre en los atascos.

 

De esta manera, el uso de tanquetas de doble peso que los coches, digamos, normales, implica un gasto doble innecesario de energía. Y una producción doble de CO2, óxidos de nitrógeno y micropartículas, puesto que esa energía solo sale de la quema de gasóleo y en ciertos casos, gasolina.

 

Estas tanquetas, innecesarias, consumen también en exceso en las carreteras libres de atascos, pues sus perfiles no son aerodinámicos. Si un Prius tiene un coeficiente de penetración en el aire de 0.16, cualquier tanqueta lo tiene de 0.32 y superior. Esto implica al menos el doble de gasto de combustible en autovías sin atascos. Si añadimos que muchas veces se circula a 150 km/h en vez de a 120, el gasto se incrementa en un 56%.

 

Estamos contaminando innecesariamente por un afán innecesario de presumir, de hacer lo de los críos de guardería: “yo meo más lejos que tu”. Un instinto muy humano, pero que debería ser corregido en las etapas educativas, sobre todo dentro de las familias que son, reconozcámoslo, las únicas que educan de verdad. Los colegios proporcionan instrucción, conocimiento, pero son, por su propia esencia, por su propia constitución, incapaces de educar. Carecen de la autoridad moral para ello.

 

Quemar combustibles para obtener energía contamina, y mucho. Y la cantidad de combustibles, fósiles y actuales, es finita, y dado el crecimiento de la población del planeta, escasa. El pico de producción de petróleo se alcanzó, curiosamente, el año 2007, el mismo año en que comenzó la “Gran Recesión” económica.

 

Queda petróleo, gas y carbón. Pero el carbón no se puede utilizar para mover vehículos, y las cantidades que se pueden extraer anualmente de los otros dos van disminuyendo de año en año. Sobre todo, van disminuyendo las que se pueden extraer de forma barata, con alto índice ERoEI: Energía Recuperada dividida por la Energía Invertida para recuperarla.

 

Gastar energía en exceso es una estupidez. Recordemos que estupidez, de forma distinta a la imbecilidad e idiotez, es hacer el mal, fastidiar, sin sacar nada a cambio. Gastar por gastar, para obtener los mismos resultados que gastando la mitad, es estúpido.

 

Tenemos que ahorrar energía, y eso no solo no va en contra del desarrollo económico ni del progreso, sino que va, realmente, a su favor.

 

La tecnología del dispendio es ya madura, y económicamente, las tecnologías maduras no generan puestos de trabajo ni nuevas inversiones. Son como las tierras de la Iglesia, que hubo que desamortizar repetidamente a lo largo de la historia de Europa, pues ya no producían beneficios a la sociedad.

 

Cualquier central nuclear construida en 1975 está ya completamente amortizada. Genera beneficios financieros, pero no cumple el papel de generar trabajo y nuevas empresas. Para ello se precisa cambiar de tecnología, siempre que la tecnología sea más productiva que la que se quiere reemplazar. Y esto es así con el ahorro de energía.

 

La razón por la cual las empresas de vehículos quieren vender tanquetas energéticamente ineficientes es porque en ellas pueden obtener, vía el concepto de “lujo”, mayores plusvalías. Es decir, ganan más no por algo positivo, sino sencillamente por satisfacer la vanidad de algunas personas. Esta vanidad es la que puede hacer que una persona rica decida tirar públicamente millones de euros al mar.

 

Los conceptos funcionan todos dentro de un contexto. Por la misma razón que una región española no puede votar su capricho independientemente de las demás, como no puede votar “democráticamente” circular por la izquierda o legitimar el asesinato, y esa imposibilidad no es “antidemocrática”, de la misma manera la propiedad privada tiene límites, y uno de ellos es su dispendio estúpido.

 

Debemos considerar entre todos cómo limitar esos gastos, por ejemplo, los de las tanquetas, o el circular a velocidades superiores a la legal, sabiendo que esas limitaciones no inciden en una supuesta “libertad personal”, ya que ésta solo existe dentro de la libertad de todos los ciudadanos y su derecho a nula contaminación y garantía de disponibilidad de energía en el futuro.

 

Necesitamos volver a pensar la educación de nuestros ciudadanos, y sobre todo, esto que parece haberse perdido de que la libertad de uno solo llega hasta donde llega la libertad de los demás.

Un mundo de mentiras sobre el cambio climático y otras cosas

A lo largo de la historia la mentira ha tenido sus días de gloria, pero su alcance era razonablemente limitado por la dificultad de transmitirla a gran número de personas.

 

Hoy los grados de la mentira no han cambiado, pero su alcance se multiplica por factores enormes debido al gigantesco número de receptores de la información en un mundo hiperconectado.

 

Si la transmisión de “La Guerra de los Mundos”, de Wells, por Orson Welles en los EEUU en Halloween de 1938 desató cierto pánico, escaso, porque poca gente escuchaba aquel programa, hoy las mentiras se propagan a millones de personas a través de múltiples medios de comunicación.

 

Un político en paro sugiere que la voluntad de un par de millones de personas se debe imponer a la de 43 millones: Sencillamente porque es su voluntad. Es como si 2 millones de personas hubiesen votado que robar es legal. O que se debe circular por la izquierda en una parte de España, y debe cumplirse esa decisión “soberana”.

 

Otro político, este ejerciendo un poder inmenso, sugiere que los inmigrantes son malvados, y 30 millones de personas le creen.

 

Cada persona cree lo que quiere creer. El mecanismo comienza en la infancia, y normalmente las creencias se reafirman con la comunicación con aquellos que piensan igual que uno y éste confía en ellos.

 

El pensamiento crítico es muy difícil de desarrollar, pues exige absorber información de muchas fuentes y analizarla de manera detallada. El principio de eficiencia en la mera supervivencia exige seguir los caminos trillados. Pocas personas dedican tiempo a analizar sus informaciones, pues precisan de toda su energía y capacidad intelectual para, meramente, sobrevivir.

 

Así se extienden los negacionistas, de cualquier cosa, y en particular, del cambio climático. Estas personas rechazan el estudio del problema y sencillamente asumen cualquier argumento que va en contra de la realidad. Por ejemplo, una persona que sale a fumar un cigarrito de vez en cuando en el jardín del edificio de Ciencias de mi Universidad, me dice, cuando hace frío: “¡Si, si, vaya cambio climático!”. No me dice nada cuando hace 40ºC en Madrid.

 

Recientemente recibí un artículo de un negacionista, que mantenía que es mentira que:

 

  • El planeta está en máximos históricos de temperatura
  • La temperatura está determinada exclusivamente por el CO2 producido por la actividad humana
  • Las consecuencias del cambio climático serán catastróficas
  • Existe un amplio consenso científico al respecto.

 

Los que lean ese artículo (publicado en la revista Expansión) se regodearán, o se regodearon al considerar esas cuatro afirmaciones, falsas según su autor.

 

Pero esas afirmaciones tienen problemas, y esos problemas no los asumen sus lectores.

 

Ningún científico afirma que estamos en máximos de temperatura en el planeta, si consideramos la historia del mismo. Como científico quiero comunicar que ha habido etapas en los 3.000 millones de años anteriores, en las cuales la temperatura del planeta ha sido mucho mayor que la actual.

 

Sin embargo, sí es cierto que la temperatura actual ha subido considerablemente en los últimos 200 años, y que lo que es cierto es que el ritmo de subida ha sido mucho mayor que otros anteriores.

 

Ningún científico afirma, en ninguna publicación, que la temperatura de la superficie del planeta esté determina exclusivamente por la concentración de CO2 producido por los seres humanos.

 

Ahora bien, el resto de causas de la temperatura de la superficie del planeta se mantiene constante. La concentración de CO2 sube en la atmósfera, pues no paramos de quemar compuestos de carbono. Es científicamente claro que este aumento de concentración del CO2 en la atmósfera (la mitad del que producimos los seres humanos) provoca un aumento de esa temperatura. Pero ésta depende de muchas otras causas.

 

Ningún científico afirma que las consecuencias serán una catástrofe del tipo de la desaparición de la raza humana. Pero si seguimos aumentando la temperatura, este aumento hará fundirse los hielos, primero del Polo Norte, incluyendo Groenlandia, y luego los del Polo Sur. Y esto será catastrófico, no para la especie humana, pero sí para la civilización humana. Por ejemplo, si seguimos aumentando la temperatura de la superficie del planeta, subirá el nivel del mar, y esto implicará, con seguridad, la destrucción del parque de viviendas en la costa de España. No es una catástrofe geológica, pero sí una pérdida de patrimonio de carácter inmenso.

 

No hay 30.000 científicos que se dediquen al estudio del clima que rechacen la realidad del cambio climático. De hecho, no hay 30.000 científicos dedicados al estudio del clima. Habrá, más o menos, unos 10.000 de ellos. Y el 99% de estos saben, sabemos, que ya hemos causado un cambio climático (en la circulación de los vientos y las trayectorias de las borrascas) y que este cambio va a ir en aumento, pues la humanidad sigue en su orgía de quemar hasta la última gota de petróleo, el último centímetro cúbico de gas, el ultimo gramo de petróleo.

 

Los que no quieren dejar de quemar carbono, a pesar de los enfisemas pulmonares de las ciudades contaminadas, se alegran con esas negaciones. Es lo mismo que un fumador empedernido que en medio de un espasmo de tos, enciende un nuevo cigarrillo, y afirma que la tos que le está llevando al cáncer de pulmón, es de un resfriado y no tiene que ver con la adicción que le está matando. Lo mismo que un heroinómano que se inyecta una y otra vez la droga en las arterias.

 

El que ha votado por el Brexit, el que quiere una independencia milagrosa, aquel que insiste en que si se van los emigrantes, en una población que no tiene hijos, no quiere trabajar en los campos, no quiere recoger las basuras, va a vivir en la gloria, y va a volver, en Inglaterra a fabricar coches y a trabajar en las acería, quiere soñar con otro mundo. Lo mismo que los que propagan las ideas del ISIS, o DAESH, quieren volver sin poder, a la Edad Media. A una Edad Media, pero con facebook, whatsapp y cuartos de baño.

 

Lo asombroso no es que se propaguen las mentiras, las falsedades. Los seres humanos siempre han rezado a sus dioses, en Mesopotamia, y en Egipto, en China y en Grecia, para que acabe la sequía, por ejemplo.

 

Lo asombroso es que esto ocurra en las primeras décadas del siglo XXI.

 

Es claro que la educación que hemos dado a los humanos actuales, y la que estamos dando, es un fracaso. Que un financiero de postín, con millones en el bolsillo, sea capaz de aceptar esas falacias, es síntoma de que millones de personas no han sido capaces de desarrollar sus mentes en las escuelas de que dispone la humanidad.

Frío y tormentas, calores en invierno

Desde el día 27 de Febrero llueve sin cesar en España, en las costas de Huelva el mar ha empezado a socavar los cimientos de las casas, en Canarias han tenido mini-huracanes, y un frío polar ha helado a Europa.

 

Las semanas anteriores a la que menciono han sido anómalamente calientes para ser invierno.

 

“¡ El tiempo está loco !”

 

No, no lo está. Las leyes de la física siguen tal cual. Los que estamos locos somos nosotros. Ya hemos causado un pequeño cambio climático irreversible a escala humana.

El Polo Norte está muy caliente, y consecuentemente, el “chorro polar” muy debilitado. Un río que avanza por las llanuras hace meandros profundos. El río de aire que es el chorro polar carece hoy de la tensión que tenía hace 50 años cuando el contraste entre la temperatura de los trópicos y la del Polo era más intensa: Entonces el símil era de un río que bajase por una ladera empinada: Recto y con fuerza.

 

Los profundos meandros del chorro polar traen aire de los trópicos en Enero y aire glacial a finales de Febrero. Europa se congela y España se inunda.

 

España es un país seco, en el borde sur de las borrascas atlánticas. Necesitamos lluvia durante 6 meses: De Noviembre a Abril, para mantener llenos los embalses. Pero en este clima nuevo, la lluvia solo cae de Diciembre a Marzo, con lo cual ni los embalses ni los acuíferos se recuperan de una sobre-explotación exagerada.

 

Al mismo tiempo, el nivel del mar ha subido unos centímetros, y eso hace que unas olas más altas, pues el mar tiene mucha mayor energía, avancen tierra adentro.

Este cambio climático es pequeño, aún, pero dañino. Y alegremente vamos camino de multiplicarlo por un factor considerable, entre 4 y 10 veces, pues en la naturaleza, como en la economía, las leyes son no lineales, de manera que a una causa doble sigue un efecto entre cuatro y ocho veces mayor:

 

Lineal:     (1+1)1 = 4

 

No lineal: (1+1)2=4, o (1+1)3=8

 

Llevo años describiendo lo que va a pasar en las costas según aumente el cambio climático: Cada 10 cm de subida del nivel de mar implica que las olas causadas por las borrascas avanzan 1 km tierra adentro, destrozando los cimientos de los edificios de las costas.

 

El Trasvase Tajo-Segura se diseñó para regar la huerta de Murcia, unos 20×10 km2 de extensión. La ambición humana ha querido regar las huertas de Lorca, del Campo de Cartagena, de Elche y Torrevieja, unos 80 x 40 km2: Un incremento del 1600%. Los pantanos de Entrepeñas y Buendía de la cabecera del Tajo están casi vacíos y con una reducción de las lluvias del 30%, no logran recuperar su capacidad ningún año.

Cada vez que explico esto me entra una angustia física tremenda, se me encoge el centro del cuerpo, lo que se suele decir, “se me encoge el corazón”. Este mensaje es el mismo que vengo repitiendo por toda España y en todos los medios de comunicación desde hace 20 años, y cada año que pasa compruebo que mis predicciones eran las correctas.

 

Se dice “En España siempre ha habido sequía”. Y es cierto, y lo he dicho más arriba. Pero la sequía actual es casi el doble de intensa y la explotación del agua mil veces más extensa. En los cambios climáticos anteriores del planeta Tierra, no había urbanizaciones a pie de playa.

 

Y seguimos quemando carbono, cada vez más, cada vez más alegremente, con la población contenta de hacerlo.

 

El cambio climático que ya hemos producido es irreversible, como digo, a escala humana. Pero podemos parar, aún, un cambio climático 4 u 8 veces mayor.

 

¡Si queremos!

El transporte eléctrico

No podemos seguir quemando carbono fósil. Las primeras consecuencias del cambio climático que ya hemos causado son muy peligrosas y cuestan mucho dinero. Es la punta del iceberg que podemos esperar: Sequía, inundaciones violentas que no mojan el suelo, olas de calor que destruyen las cosechas.

 

Tenemos soluciones técnicas más que sobra para eliminar esa combustión. Consideremos hoy el transporte de mercancías.

 

Para largas distancias loa camiones eléctricos no son aconsejables, pues exigirían baterías exageradamente grandes. Pero para distancias de unos 200 kilómetros las baterías pueden recargarse con rapidez y son de un tamaño razonable.

 

Se plantea pues una flota de camiones de tamaño medio, eléctricos, de tráfico local, que moverían mercancías desde los lugares de producción o descarga a los lugares de consumo. Para grandes distancias lo mejor serían túneles sub- o sobre-terráneos, en condiciones de muy bajas presiones en su interior. En estas condiciones de vacío, contenedores cilíndricos de 2 metros de diámetro y 10 metros de longitud podrían moverse a velocidades de 700 km/h, haciendo el viaje Madrid-Barcelona en una hora, con un gasto muy reducido, consistente solo en una parte de la aceleración inicial, pues otra parte se recuperaría en el frenado.

 

Al no existir rozamiento por aire y tener un rozamiento muy reducido con las paredes del túnel (vacío), no hay gasto de energía (dinero) a velocidad constante. Y evidentemente, no hay producción de CO2 ni de micropartículas contaminantes, ni de óxidos de nitrógeno ni de ozono. Y al ser automáticos, se eliminaría el coste de personal.

 

Ante estas propuestas se esgrime siempre el argumento del “coste”. Pero, ¿qué es el coste?

 

Este no es más que la diferencia entre los recursos que dedico a producir y los recursos que obtengo con lo producido, sea esto material, transporte o servicio.

 

Es claro que la eliminación de los salarios de un personal que puede dedicarse a otros trabajos, del desgate del material, y de los combustibles, añadido a la velocidad del transporte, amortiza el empleo de recursos para la construcción de los túneles y el proceso de mantenimiento del vacío dentro de los mismos.

 

Esa construcción, y la distribución de lo transportado en las regiones que rodean a los nodos de origen y destino compensan con creces los empleos perdidos en el transporte con camiones de larga distancia.

 

¿Por qué no se plantea esto del “coste” ? El “primer mundo”, es decir, la “Europa extendida” entró hace unos 10 años en una tremenda crisis de confianza en sí misma, producida por su propio éxito. No se quiere producir más, mejor y más barato que los demás La parte irracional de las mentes humanas ansía comida gratis: Ganar sin trabajar, puesto que los genes son, en su 99%, códigos para obtener energía de la manera individualmente más eficiente posible. Los que aspiran a ganar mucho basándose en la confianza de los demás, mantienen un esquema de regalos absolutamente innecesario.

 

Por ejemplo, no es necesario que las personas se jubilen todas a la misma edad. No debe ser obligatorio trabajar una vez alcanzados unos ciertos años, pero tampoco debe ser obligatorio dejar de trabajar forzosamente cuando se puede perfectamente ganar dinero a cambio de producción.

 

Se trata, sencillamente de realizar un cambio de 180º en la visión del mundo y considerar el trabajo como una bendición, en vez de como una maldición bíblica. Evidentemente, un trabajo querido por el trabajador, y realizado en condiciones físicas y mentales que respeten a la persona, pero con esas condiciones, un trabajo querido.

 

Tenemos recursos de sobra, materiales, humanos, mentales, para rehacer un planeta que estamos destruyendo a marchas aceleradas, esencialmente por estupidez, que se define como hace daño sin sacar nada realmente bueno a cambio.

La locura del diésel

Ayer me pregunta un amigo que se quiere cambiar de coche, que si se compraría un coche diésel. Me dice que los comerciales de las casas de coches insisten en querer venderlos.

 

Probablemente estas casas comerciales están queriendo vender en España las porquerías diésel porque no consiguen venderlas en Francia o en Alemania, que van a prohibirlos en breve.

 

¿Cuál es el problema de los motores diésel?

 

El petróleo es una mezcla de muy diversos hidrocarburos, desde el alquitrán al metano pasando por el gasóleo, el keroseno, las naftas y gasolinas y llegando a los gases como el butano y el propano.

 

En el proceso de formación del petróleo en el interior de las primeras capas de la corteza de la Tierra, muchos componentes inorgánicos se mezclaron con los hidrocarburos. En los procesos de refino, de separación de los distintos hidrocarburos del petróleo, los componentes pesados, altamente viscosos retienen las micropartículas inorgánicas en mayor cantidad que los componentes volátiles.

 

Los motores diésel funcionan iniciando la combustión mediante el calor producido por la compresión de la mezcla de aire y gasóleo. El proceso es uno de combustión rápida y no de explosión. En el proceso, las micropartículas en suspensión del gasóleo no se queman, puesto que son componentes inorgánicos y salen al aire con el CO2 y otros componentes (estos otros son los que dan al humo de escape de los diésel su olor característico). El aire en las zonas de alto número de motores diésel y calderas de gasóleo tiene una concentración de micropartículas distinta de cero.

 

Hasta hace una década (aproximadamente) el humo del gasóleo contenía partículas de tamaños hasta 10 micras (es decir, de hasta centésimas de milímetro) y consecuentemente era negro, al convertirse los hidrocarburos en carbón no quemado.

 

Una norma de la UE prohibió ese tamaño de micropartículas y exigió una combustión total de forma que no se expulsaran al aire ni carbonilla ni partículas de tamaño mayor que 2.5 micras.

 

Pero las partículas de tamaño menor que 2.5 micras siguen saliendo al aire, y se mantienen en el mismo como el polen de las plantas en flor. Precipitan al suelo muy lentamente y se esparcen por el aire de las calles y penetran en los recintos abiertos (por ejemplo, en los edificios cuando se “ventilan”).

 

El aire de las ciudades contiene por tanto micropartículas de metales pesado, indiferentemente de cual sea su concentración. La U.E. ha fijado unas “concentraciones críticas” sin mayor criterio que algunas estadísticas que forzosamente no han podido estar bien hechas, porque, ¿Quién puede realizar un experimento durante 10 años sobre los daños a muy diferentes personas de muy diferentes concentraciones? Se necesitarían muestras de muchos grupos distintos de mil personas por grupo, sometidos diariamente a muy distintas concentraciones de esas micropartículas para tener criterios científicos sobre el daño que causan las mismas.

 

Y esos experimentos no se han hecho, ni se pueden, éticamente, hacer, a pesar de la salvajada que ha realizado Volkswagen y que se ha descubierto recientemente.

 

Puesto que no se puede saber cuál es la concentración dañina para cualquier grupo de personas, lo racional es suprimir la combustión del gasóleo.

 

El problema es que las micropartículas de tamaños menores de 2.5 micras pasan el filtro de los senos nasales en una buena cantidad de personas. Aunque no sea en más que una persona por ciudad, ya es dañino. Una vez llegadas a los bronquios en los pulmones, se depositan en los bronquiolos, de donde ya no pueden salir, provocando irritación y bloqueando el intercambio de oxígeno y CO2, esencial para la vida. En los últimos cinco años no solo ha aumentado el asma en los adultos, sino que lo ha hecho la bronquiolitis en los bebés.

 

Es el mismo efecto que se produce en los fumadores. Los ciudadanos en lugares de motores dieses y calderas de gasóleo están condenados a la misma vida que el fumador sin haber encendido un pitillo nunca.

 

No hay ningún argumento real a favor del uso de motores diésel. Son algo más eficientes que los motores de gasolina, digamos que si estos tienen rendimientos del 23%, los diésel pueden tener, en buen estado de mantenimiento, rendimientos de un 28%.

 

Esto en cuanto al rendimiento calorífico, porque el rendimiento monetario depende en exclusiva de los impuestos que las administraciones quieran poner a unas y otras clases de productos, ya que los lectores deben ser conscientes de que el precio que pagan en las gasolineras depende poco del precio del petróleo y mucho de los impuestos. Estos representan, antes del IVA, alrededor de la mitad del precio que pagamos por los combustibles.

 

La diferencia en los rendimientos no compensa el daño que hacen los sistemas que queman gasóleo.

 

De hecho, se está viendo que el ataque a nuestros pulmones (yo respiro francamente mal) hecho durante décadas a favor de las petroleras era absolutamente innecesario para el funcionamiento de la sociedad moderna. El litio estaba a flor de tierra tanto hace 40 años como ahora y las baterías de litio se podían haber empezado a optimizar hace esos 40 años, con lo cual estaríamos ahora como esperemos que estemos en 2060.

 

Es curioso que el impulso que se está dando ahora a los coches eléctricos coincide con que el pico de producción de petróleo tuvo lugar en 2007 y no en 1997.

 

Mientras los seres humanos seamos mercancía y consumidores en vez de personas, estaremos sometidos a estos ataques contra nuestras vidas, especialmente porque no queremos ser personas. El estafador solo estafa a quien quiere ser estafado. La abuelita que compra por 100 euros un billete aparentemente premiado con 1000 euros quiere realmente estafar a otros, y no le importa por tanto ser estafada por el ladrón.

El significado de la teoría cuántica

El primer principio de la teoría es el de “superposición”. El mundo en esta teoría se describe mediante “estados”, pero rara vez se definen o describen esos “estados”.

 

A nivel atómico e inferior, de protones y electrones, las energías de interacción son del mismo orden de magnitud que las propias energías de las partículas. La radiación electromagnética que es lo que realmente mueve a esas partículas y átomos, interactúa con ellas de manera resonante, de forma discreta, como las notas de las cuerdas de un violín.

 

El que las energías de interacción sean del mismo orden de magnitud que las del movimiento de las partículas produce efectos que se entienden mejor si consideramos una autovía con vehículos que reciben impactos aleatorios de bolas de goma de su misma energía. Los vehículos acaban llevando un movimiento con una enorme componente aleatoria, y el resultado es un principio de incertidumbre: Si mediante el choque de una bola de goma (cuando retorna) podemos conocer la posición del vehículo, el choque de la bola le ha cambiado aleatoriamente la trayectoria y el módulo de su velocidad: A nivel atómico el producto de las incertidumbres en la posición y en la velocidad es mayor que cero.

 

El movimiento a nivel atómico, de trillones y cuatrillones de cuerpos en interacción electromagnética es aleatorio. La única descripción posible es mediante funciones de probabilidad y, puesto que las interacciones se realizan mediante ondas (senos y cosenos), deben ser funciones complejas (que incluyen el símbolo “i”, definido de forma que i2 = -1).

 

Los “estados” de un sistema atómico son, pues, funciones de probabilidad. Una vez aceptado esto, el resto de las paradojas y complicaciones de la teoría cuántica se resuelven de manera sencilla y sin problemas, salvo el giro del electrón en su movimiento.

 

La superposición de los estados se entiende inmediatamente si pensamos en que, de manera probabilística, en cuanto nacemos y hasta que morimos, vivimos en una superposición de vivo y muerto: La probabilidad de estar vivo después de los primeros 5 años de vida alcanza el 99%, pero siempre hay una probabilidad del 1% de estar muerto. Esto cambia con la edad. Hacia los90 años las probabilidades se invierten, y tenemos un 1% de probabilidad de seguir vivos y un 99% de probabilidad de morirnos.

 

Podemos decir que nuestra vida es una superposición de probabilidades, y que en cualquier momento nuestro estado es una suma de probabilidades, pero también podemos decir que no necesitamos esto y que en cualquier momento estamos vivos o muertos.

 

Es la diferencia entre las dos partículas y u o.

 

En cuanto a la dualidad onda-partícula, es sencilla de entender. La radiación electromagnética es siempre una onda, que se propaga hacia fuera de la fuente a una velocidad de 300.000 km/s y nunca vuelve a la fuente salvo si choca con un espejo que actúa de nuevo como una fuente. Pero esta radiación continua interacciona en cuantos de energía con las partículas atómicas: Exactamente como una onda de sonido que solo interacciona de manera resonante, es decir, de forma discreta, con las cuerdas de un violín. La interacción es cuántica, discreta, pero de esto no se concluye que la radiación sea un conjunto de partículas sin masa.

 

De forma análoga, los electrones se comportan siempre como partículas, con masa. Ahora bien, cuando los electrones atraviesan una red atómica, su camino se convierte en discreto, pues la interacción con los átomos de la red es discreta porque esos átomos están colocados de manera discreta en la red. La interacción tipo ondulatoria de los electrones no ocurre entre ellos mismos, sino entre ellos y la red atómica.

 

En cuanto al entrelazamiento y la interacción a distancia más rápido que la luz, el teorema de Bell, es esencialmente un teorema de la estadística, y si se hace correctamente es cierto tanto en las dimensiones atómicas como en las dimensiones del orden de magnitud humano.

 

El experimento de enviar dos fotones (radiación de muy baja intensidad energética) con spines opuestos en dos direcciones opuestas también, y decir que cuando detectamos que uno de ellos tiene spin hacia arriba el otro, que estaba en una mezcla de spin hacia arriba y hacia abajo, cambia, instantáneamente su spin y lo coloca hacia abajo es una falta de entendimiento de lo que es un estado como mezcla de probabilidades.

 

El estado de ambos fotones está determinado de antemano, pero el resto del Universo no lo conoce hasta que mide uno de ellos. Instantáneamente las probabilidades se convierten en certezas.

 

Si yo llevo dos billetes de lotería, el estado del conjunto de los billetes es un entrelazamiento de probabilidades, hasta que salen las bolas del bombo. Si uno de los billetes tiene el premio gordo, instantáneamente la probabilidad de que el otro lo tenga baja de 1/70.000 a 0.

 

El teorema de Bell, el entrelazamiento de estados, y en general toda la teoría atómica es una teoría estadística, y la entendemos mal porque los seres humanos no estamos preparados para vivir con estadística. No sabemos hacerlo. Testigo: Las colas de personas en las oficinas de lotería, las fortunas que hacen los dueños de los casinos y la película Molly Bloom.

 

Es lo mismo que el principio de incertidumbre. Vivimos nuestras vidas rodeados de energías minúsculas. No podemos entender fácilmente como sería un mundo en el cual para “ver” un coche le tuviésemos que mandar una pelota de goma de su misma energía que nos volvería rebotada. Así es el mundo atómico.

 

Hay un problema que aún no he resuelto. Si pensamos que un electrón es una bola (no lo es, pero…) con cara y coronilla, cuando da una vuelta a una mesa, si empieza con la cara hacia la mesa, al dar una vuelta tiene la coronilla hacia esa mesa, y solo cuando da dos vueltas vuelve a tener la cara hacia la mesa. Esto lo escribimos como que el electrón tiene un “spin” igual a ½. Cada uno de nosotros tenemos un spin igual a uno, es decir cuando damos la vuelta no giramos sobre nosotros mismos. La radiación electromagnética también tiene spin igual a 1. ¿Por qué?

 

Es el misterio que queda en la física atómica.