Estamos viendo el empoderamiento de los más ignorantes de la sociedad, como ya anunciaba Ortega: Estamos viendo la auténtica “Rebelión de las Masas”.
Hay esta semana (2-8/10/17) un artículo en “The Economist” que indica cómo, con el crecimiento del número de investigadores ha disminuido, no solo relativamente, sino en términos absolutos, la aparición de ideas nuevas, de nuevos descubrimientos.
Todos los años me pide “El Cultural” una lista de los 5 hitos más importantes ocurridos en ese año en la ciencia. Cada año me resulta más difícil señalarlos, encontrar aunque solo sea uno.
Esto es fácilmente comprensible: Para descubrir algo nuevo es preciso pensar mucho, y para ello deben los pensadores pasar mucho tiempo ‘’sin hacer nada’’, nada se entiende no correr frenéticamente de un sitio a otro, no escribir alocadamente artículos para promocionarse, y no justificar sin parar las subvenciones recibidas.
Los temas aceptados para ser investigados son aquellos que presentan el mínimo riesgo de fracaso, es decir, temas marginales que no suponen ninguna innovación. A mí me rechazaron los dos últimos proyectos que presenté, con el mismo argumento: “Los resultados que usted propone conseguir no están garantizados”. Tras estos dos mensajes, dejé, evidentemente, de plantear proyectos oficiales, y ahora investigo yo solo por mi cuenta.
Esto, que es algo de un pequeño rincón del mundo, la investigación científica, es una muestra de la situación general de este mismo mundo, al menos en nuestra esfera de atención, lo que se da en llamar ‘’el oeste’’.
Esto que pasa en la investigación es un síntoma, como digo, de muchos problemas actuales de todo el mundo. Los problemas se llaman, paradójicamente, éxito. Pongamos otro ejemplo de España: En la transición se pensó que todos los españoles deberían poder obtener un título de licenciado universitario. Se montaron universidades nuevas hasta llegar al número de 80. Sus profesores pensaron que debían llegar todos a catedráticos y el número de estos no ha hecho sino aumentar de manera continuada.
Ahora bien, un catedrático tiene alguna importancia si hay pocos. Si hay muchísimos no hay distinción alguna. Se mantiene la denominación, pero no la imagen que esa denominación despierta en la mente. Con respecto a los alumnos, si todos los españoles son licenciados, ser licenciado carece de valor.
Entre 1950 y, digamos, 2010, se “garantizaba” a todas las personas que podrían no solo vivir bien sino, sobre todo, prosperar. Ahora bien, prosperar, por ejemplo, en una fábrica quiere decir llegar a capataz, a jefe de sección, a jefe de servicio. Y si todos llegan a jefe de servicio, ya no hay ninguno que lo sea, realmente.
Se buscaron máquinas para aumentar la productividad de cada persona. Las máquinas se hicieron tan eficientes que dejaron de necesitar a las personas. El éxito produce fracaso.
En las ciencias los sistemas se caracterizan mediante ecuaciones llamadas diferenciales. Para encontrar la solución de éstas, se precisan condiciones de contorno, que se suponen constantes.
La evolución de nuestras sociedades ha generado cambios constantes en las condiciones de contorno, de manera que las ecuaciones no tienen solución. Los gestores se empeñan en mantener las antiguas ecuaciones con aquellas condiciones hoy ya obsoletas. Las gentes se revuelven, y no ven solución a sus problemas. Y sobre todo no entienden cómo esos gestores que prometieron tanto, no reconocen que ya no saben cómo arreglar aquellos problemas.
Las magníficas ecuaciones y sus maravillosas soluciones ya no describen el mundo que esas soluciones han creado. Pero su éxito era tal, que los que manejan las ecuaciones no aceptan que tengan que cambiarlas.
Nos está pasando esto mismo con la cosmología, con los modelos de partículas: Se han ajustado tan bien a los datos medidos, que los físicos se resisten a aceptar que son erróneos. Pero hoy se plantea la existencia de una materia obscura que no existe; y los neutrinos, en contra de la teoría, tienen masa.
Hay que cambiar las ecuaciones, pero la resistencia es brutal, y los científicos, que tienen que presentar un informe trimestral de lo que hacen, no tienen tiempo de hacerlo, y si piden tranquilidad para pensar, se les rechaza.
En los EEUU el nuevo sistema de producción y distribución ha dejado a millones de personas fuera de la carrera por aumentar su prosperidad. Cuando están apoyando los gritos de Trump, están pidiendo que el mundo se ajuste a unas ecuaciones cuyas soluciones lo han cambiado, de manera que ya no lo representan. En vez de buscar, como otros, el prosperar en el mundo nuevo, se empeñan en querer mantener las antiguas ecuaciones. Y si no puede ser, destrozar el nuevo mundo, las nuevas condiciones de contorno. Las masas se rebelan y su única propuesta es destrozar.
La solución pasa por aceptar que con el inmenso éxito del método de trabajo que nos ha traído hasta aquí, tenemos que rechazar una parte del mismo y aceptar la búsqueda de nuevas ecuaciones.
En el lenguaje de la física, rechazar la Relatividad General y el Modelo Estándar y volver, humildemente, a empezar, con los nuevos datos.
Los griegos lo sabían muy bien: El mayor pecado, el mayor problema de los humanos, es la hýbris. Necesitamos -humildad-.