La locura del diésel

Ayer me pregunta un amigo que se quiere cambiar de coche, que si se compraría un coche diésel. Me dice que los comerciales de las casas de coches insisten en querer venderlos.

 

Probablemente estas casas comerciales están queriendo vender en España las porquerías diésel porque no consiguen venderlas en Francia o en Alemania, que van a prohibirlos en breve.

 

¿Cuál es el problema de los motores diésel?

 

El petróleo es una mezcla de muy diversos hidrocarburos, desde el alquitrán al metano pasando por el gasóleo, el keroseno, las naftas y gasolinas y llegando a los gases como el butano y el propano.

 

En el proceso de formación del petróleo en el interior de las primeras capas de la corteza de la Tierra, muchos componentes inorgánicos se mezclaron con los hidrocarburos. En los procesos de refino, de separación de los distintos hidrocarburos del petróleo, los componentes pesados, altamente viscosos retienen las micropartículas inorgánicas en mayor cantidad que los componentes volátiles.

 

Los motores diésel funcionan iniciando la combustión mediante el calor producido por la compresión de la mezcla de aire y gasóleo. El proceso es uno de combustión rápida y no de explosión. En el proceso, las micropartículas en suspensión del gasóleo no se queman, puesto que son componentes inorgánicos y salen al aire con el CO2 y otros componentes (estos otros son los que dan al humo de escape de los diésel su olor característico). El aire en las zonas de alto número de motores diésel y calderas de gasóleo tiene una concentración de micropartículas distinta de cero.

 

Hasta hace una década (aproximadamente) el humo del gasóleo contenía partículas de tamaños hasta 10 micras (es decir, de hasta centésimas de milímetro) y consecuentemente era negro, al convertirse los hidrocarburos en carbón no quemado.

 

Una norma de la UE prohibió ese tamaño de micropartículas y exigió una combustión total de forma que no se expulsaran al aire ni carbonilla ni partículas de tamaño mayor que 2.5 micras.

 

Pero las partículas de tamaño menor que 2.5 micras siguen saliendo al aire, y se mantienen en el mismo como el polen de las plantas en flor. Precipitan al suelo muy lentamente y se esparcen por el aire de las calles y penetran en los recintos abiertos (por ejemplo, en los edificios cuando se “ventilan”).

 

El aire de las ciudades contiene por tanto micropartículas de metales pesado, indiferentemente de cual sea su concentración. La U.E. ha fijado unas “concentraciones críticas” sin mayor criterio que algunas estadísticas que forzosamente no han podido estar bien hechas, porque, ¿Quién puede realizar un experimento durante 10 años sobre los daños a muy diferentes personas de muy diferentes concentraciones? Se necesitarían muestras de muchos grupos distintos de mil personas por grupo, sometidos diariamente a muy distintas concentraciones de esas micropartículas para tener criterios científicos sobre el daño que causan las mismas.

 

Y esos experimentos no se han hecho, ni se pueden, éticamente, hacer, a pesar de la salvajada que ha realizado Volkswagen y que se ha descubierto recientemente.

 

Puesto que no se puede saber cuál es la concentración dañina para cualquier grupo de personas, lo racional es suprimir la combustión del gasóleo.

 

El problema es que las micropartículas de tamaños menores de 2.5 micras pasan el filtro de los senos nasales en una buena cantidad de personas. Aunque no sea en más que una persona por ciudad, ya es dañino. Una vez llegadas a los bronquios en los pulmones, se depositan en los bronquiolos, de donde ya no pueden salir, provocando irritación y bloqueando el intercambio de oxígeno y CO2, esencial para la vida. En los últimos cinco años no solo ha aumentado el asma en los adultos, sino que lo ha hecho la bronquiolitis en los bebés.

 

Es el mismo efecto que se produce en los fumadores. Los ciudadanos en lugares de motores dieses y calderas de gasóleo están condenados a la misma vida que el fumador sin haber encendido un pitillo nunca.

 

No hay ningún argumento real a favor del uso de motores diésel. Son algo más eficientes que los motores de gasolina, digamos que si estos tienen rendimientos del 23%, los diésel pueden tener, en buen estado de mantenimiento, rendimientos de un 28%.

 

Esto en cuanto al rendimiento calorífico, porque el rendimiento monetario depende en exclusiva de los impuestos que las administraciones quieran poner a unas y otras clases de productos, ya que los lectores deben ser conscientes de que el precio que pagan en las gasolineras depende poco del precio del petróleo y mucho de los impuestos. Estos representan, antes del IVA, alrededor de la mitad del precio que pagamos por los combustibles.

 

La diferencia en los rendimientos no compensa el daño que hacen los sistemas que queman gasóleo.

 

De hecho, se está viendo que el ataque a nuestros pulmones (yo respiro francamente mal) hecho durante décadas a favor de las petroleras era absolutamente innecesario para el funcionamiento de la sociedad moderna. El litio estaba a flor de tierra tanto hace 40 años como ahora y las baterías de litio se podían haber empezado a optimizar hace esos 40 años, con lo cual estaríamos ahora como esperemos que estemos en 2060.

 

Es curioso que el impulso que se está dando ahora a los coches eléctricos coincide con que el pico de producción de petróleo tuvo lugar en 2007 y no en 1997.

 

Mientras los seres humanos seamos mercancía y consumidores en vez de personas, estaremos sometidos a estos ataques contra nuestras vidas, especialmente porque no queremos ser personas. El estafador solo estafa a quien quiere ser estafado. La abuelita que compra por 100 euros un billete aparentemente premiado con 1000 euros quiere realmente estafar a otros, y no le importa por tanto ser estafada por el ladrón.

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