El transporte eléctrico

No podemos seguir quemando carbono fósil. Las primeras consecuencias del cambio climático que ya hemos causado son muy peligrosas y cuestan mucho dinero. Es la punta del iceberg que podemos esperar: Sequía, inundaciones violentas que no mojan el suelo, olas de calor que destruyen las cosechas.

 

Tenemos soluciones técnicas más que sobra para eliminar esa combustión. Consideremos hoy el transporte de mercancías.

 

Para largas distancias loa camiones eléctricos no son aconsejables, pues exigirían baterías exageradamente grandes. Pero para distancias de unos 200 kilómetros las baterías pueden recargarse con rapidez y son de un tamaño razonable.

 

Se plantea pues una flota de camiones de tamaño medio, eléctricos, de tráfico local, que moverían mercancías desde los lugares de producción o descarga a los lugares de consumo. Para grandes distancias lo mejor serían túneles sub- o sobre-terráneos, en condiciones de muy bajas presiones en su interior. En estas condiciones de vacío, contenedores cilíndricos de 2 metros de diámetro y 10 metros de longitud podrían moverse a velocidades de 700 km/h, haciendo el viaje Madrid-Barcelona en una hora, con un gasto muy reducido, consistente solo en una parte de la aceleración inicial, pues otra parte se recuperaría en el frenado.

 

Al no existir rozamiento por aire y tener un rozamiento muy reducido con las paredes del túnel (vacío), no hay gasto de energía (dinero) a velocidad constante. Y evidentemente, no hay producción de CO2 ni de micropartículas contaminantes, ni de óxidos de nitrógeno ni de ozono. Y al ser automáticos, se eliminaría el coste de personal.

 

Ante estas propuestas se esgrime siempre el argumento del “coste”. Pero, ¿qué es el coste?

 

Este no es más que la diferencia entre los recursos que dedico a producir y los recursos que obtengo con lo producido, sea esto material, transporte o servicio.

 

Es claro que la eliminación de los salarios de un personal que puede dedicarse a otros trabajos, del desgate del material, y de los combustibles, añadido a la velocidad del transporte, amortiza el empleo de recursos para la construcción de los túneles y el proceso de mantenimiento del vacío dentro de los mismos.

 

Esa construcción, y la distribución de lo transportado en las regiones que rodean a los nodos de origen y destino compensan con creces los empleos perdidos en el transporte con camiones de larga distancia.

 

¿Por qué no se plantea esto del “coste” ? El “primer mundo”, es decir, la “Europa extendida” entró hace unos 10 años en una tremenda crisis de confianza en sí misma, producida por su propio éxito. No se quiere producir más, mejor y más barato que los demás La parte irracional de las mentes humanas ansía comida gratis: Ganar sin trabajar, puesto que los genes son, en su 99%, códigos para obtener energía de la manera individualmente más eficiente posible. Los que aspiran a ganar mucho basándose en la confianza de los demás, mantienen un esquema de regalos absolutamente innecesario.

 

Por ejemplo, no es necesario que las personas se jubilen todas a la misma edad. No debe ser obligatorio trabajar una vez alcanzados unos ciertos años, pero tampoco debe ser obligatorio dejar de trabajar forzosamente cuando se puede perfectamente ganar dinero a cambio de producción.

 

Se trata, sencillamente de realizar un cambio de 180º en la visión del mundo y considerar el trabajo como una bendición, en vez de como una maldición bíblica. Evidentemente, un trabajo querido por el trabajador, y realizado en condiciones físicas y mentales que respeten a la persona, pero con esas condiciones, un trabajo querido.

 

Tenemos recursos de sobra, materiales, humanos, mentales, para rehacer un planeta que estamos destruyendo a marchas aceleradas, esencialmente por estupidez, que se define como hace daño sin sacar nada realmente bueno a cambio.

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