El trabajo físico (que es para lo que queremos las máquinas, los vehículos, finalmente) está dado por el producto de la fuerza por el espacio recorrido bajo esa fuerza. Pero la fuerza para recorrer un espacio viene dada por el producto de la masa por la aceleración.
Sin más reflexiones, si doblamos la masa de un cuerpo que acelera, doblamos la fuerza y por tanto el trabajo y consecuentemente, la energía que precisa ese cuerpo para realizar el desplazamiento.
Esta energía concreta solo se gasta cuando hay aceleraciones. Pero en el 90% de los casos, la conducción se realiza en atascos y dentro de las ciudades donde, en un recorrido de 4 kilómetros, los coches deben acelerar 40 veces debido a los semáforos, pasos de peatones y rotondas. Lo mismo ocurre en los atascos.
De esta manera, el uso de tanquetas de doble peso que los coches, digamos, normales, implica un gasto doble innecesario de energía. Y una producción doble de CO2, óxidos de nitrógeno y micropartículas, puesto que esa energía solo sale de la quema de gasóleo y en ciertos casos, gasolina.
Estas tanquetas, innecesarias, consumen también en exceso en las carreteras libres de atascos, pues sus perfiles no son aerodinámicos. Si un Prius tiene un coeficiente de penetración en el aire de 0.16, cualquier tanqueta lo tiene de 0.32 y superior. Esto implica al menos el doble de gasto de combustible en autovías sin atascos. Si añadimos que muchas veces se circula a 150 km/h en vez de a 120, el gasto se incrementa en un 56%.
Estamos contaminando innecesariamente por un afán innecesario de presumir, de hacer lo de los críos de guardería: “yo meo más lejos que tu”. Un instinto muy humano, pero que debería ser corregido en las etapas educativas, sobre todo dentro de las familias que son, reconozcámoslo, las únicas que educan de verdad. Los colegios proporcionan instrucción, conocimiento, pero son, por su propia esencia, por su propia constitución, incapaces de educar. Carecen de la autoridad moral para ello.
Quemar combustibles para obtener energía contamina, y mucho. Y la cantidad de combustibles, fósiles y actuales, es finita, y dado el crecimiento de la población del planeta, escasa. El pico de producción de petróleo se alcanzó, curiosamente, el año 2007, el mismo año en que comenzó la “Gran Recesión” económica.
Queda petróleo, gas y carbón. Pero el carbón no se puede utilizar para mover vehículos, y las cantidades que se pueden extraer anualmente de los otros dos van disminuyendo de año en año. Sobre todo, van disminuyendo las que se pueden extraer de forma barata, con alto índice ERoEI: Energía Recuperada dividida por la Energía Invertida para recuperarla.
Gastar energía en exceso es una estupidez. Recordemos que estupidez, de forma distinta a la imbecilidad e idiotez, es hacer el mal, fastidiar, sin sacar nada a cambio. Gastar por gastar, para obtener los mismos resultados que gastando la mitad, es estúpido.
Tenemos que ahorrar energía, y eso no solo no va en contra del desarrollo económico ni del progreso, sino que va, realmente, a su favor.
La tecnología del dispendio es ya madura, y económicamente, las tecnologías maduras no generan puestos de trabajo ni nuevas inversiones. Son como las tierras de la Iglesia, que hubo que desamortizar repetidamente a lo largo de la historia de Europa, pues ya no producían beneficios a la sociedad.
Cualquier central nuclear construida en 1975 está ya completamente amortizada. Genera beneficios financieros, pero no cumple el papel de generar trabajo y nuevas empresas. Para ello se precisa cambiar de tecnología, siempre que la tecnología sea más productiva que la que se quiere reemplazar. Y esto es así con el ahorro de energía.
La razón por la cual las empresas de vehículos quieren vender tanquetas energéticamente ineficientes es porque en ellas pueden obtener, vía el concepto de “lujo”, mayores plusvalías. Es decir, ganan más no por algo positivo, sino sencillamente por satisfacer la vanidad de algunas personas. Esta vanidad es la que puede hacer que una persona rica decida tirar públicamente millones de euros al mar.
Los conceptos funcionan todos dentro de un contexto. Por la misma razón que una región española no puede votar su capricho independientemente de las demás, como no puede votar “democráticamente” circular por la izquierda o legitimar el asesinato, y esa imposibilidad no es “antidemocrática”, de la misma manera la propiedad privada tiene límites, y uno de ellos es su dispendio estúpido.
Debemos considerar entre todos cómo limitar esos gastos, por ejemplo, los de las tanquetas, o el circular a velocidades superiores a la legal, sabiendo que esas limitaciones no inciden en una supuesta “libertad personal”, ya que ésta solo existe dentro de la libertad de todos los ciudadanos y su derecho a nula contaminación y garantía de disponibilidad de energía en el futuro.
Necesitamos volver a pensar la educación de nuestros ciudadanos, y sobre todo, esto que parece haberse perdido de que la libertad de uno solo llega hasta donde llega la libertad de los demás.