Un mini-huracán entrando por Portugal, inundaciones tremendas en el Mediterráneo, masa fría con nieve abundante entrando con una vaguada del Chorro Polar. Y solo hemos comenzado el otoño.
Tras años en los que las hojas se caían en diciembre, volvemos a la tradición de que empiecen a caerse para Todos los Santos y difuntos.
¿Ha terminado el Cambio Climático? Hasta hace 5 días teníamos un calor excepcional para finales de octubre, hoy, 29 de octubre de 2018, tenemos un frío excepcional.
Este es el Cambio Climático: La exageración, y la ocurrencia múltiple de fenómenos extremos.
Visto a posteriori, el Cambio Climático es uno más de los fenómenos sociales de cualquier tribu humana, que solo se quiebran por estallidos o, equivalentemente, revoluciones.
Las sociedades humanas son esencialmente no lineales. Una vez en un cierto camino, es imposible, salvo revoluciones, cambiarlo. Si se quiere hacerlo, es preciso preparar la revolución para que sea lo menos violenta posible. Las personas aprenden unas habilidades y rechazan, incluso por la fuerza, cambiarlas, porque no saben cómo adquirir otras en un tiempo limitado entre el abandono de las antiguas y la adquisición de las nuevas, y porque además esas habilidades les dan un lugar en la sociedad que temen perder si buscan otras.
La razón es que, como con el clima, se van amplificando las fluctuaciones. Tomemos varios ejemplos:
Roma tuvo un éxito inicial robando a todos los pueblos que la rodeaban, en vez de mediante esquemas industriales o comerciales. Por lo tanto, insistió en ello, hasta que no quedaron más pueblos a quien robar. Se amplificó una fluctuación inicial hasta que colapsó el sistema.
El sistema de los Habsburgo (y de los Reyes Católicos un poco antes) era agrupar pueblos distintos bajo un mando único, en vez de agrupar los pueblos en una única unidad legal, lingüística, y social. Esto era difícil, pero lo hicieron los romanos, los ingleses y los franceses, de manera que no era imposible. El resultado es evidente: La desintegración del sistema español, que llega hasta nuestros días.
En la Francia de Enrique IV, contemporáneo con Felipe II, se trataba de superar incontables guerras civiles, de manera que se estimuló la idea del valor físico a ultranza, pagado con privilegios a perpetuidad para el que lo demostraba, y para sus herederos, a quienes tampoco se les exigía nada más que ese valor físico.
Cuando la sociedad se estabilizó, y el valor físico se convirtió en redundante, la sociedad no supo cómo reaccionar, de manera que se tuvo que llegar a una revolución sangrienta.
El conocimiento sirve para llegar a saber cómo funciona una máquina para poder manipular los botones de manera que se pueda cambiar ese funcionamiento.
La solución es evidente, pero exige ser tomada mucho tiempo antes del estallido. En el clima, habría exigido, en contra de la sociedad, la implantación de la energía solar en la generación y en el consumo hace ya 20 años.
En España habría que haber exigido con total disciplina que las autonomías hubiesen sido un estricto sistema de gestión, y nunca sistemas políticos.
En aquella Francia del siglo XVIII, los reyes hubiesen tenido que ir sude stituyendo a los nobles y las guerras exteriores por abogados y financieros, y desarrollos comerciales.
Y de la misma manera en el resto de las civilizaciones.
Claro, ni los reyes, ni sus consejeros aristócratas tenían la menor capacidad para hacer eso, pues carecían de los conocimientos necesarios, y habían sido educados en lo que había tenido éxito anteriormente sin ver que ese mismo éxito había cambiado las condiciones bajo las cuales gobernaban.
Se precisa educar a las personas en un esquema móvil, como se educan a sí mismos los surfistas en un mar de oleaje siempre cambiante: Aprenden la tecnología de la adaptación, en vez esquemas fijos que se revelan inválidos.
Esto es una discusión académica, pues ya no hay tiempo de enderezar ni el clima ni las autonomías, ni quizás la Unión Europea.
Pero se nos viene encima, mucho más rápido que el cambio climático, el cambio de paradigma informático, con la inteligencia artificial. Esta hará redundantes muchas actividades hasta ahora humanas, como la pacificación de Europa hizo redundante el valor físico de la aristocracia francesa. Los votantes de Trump se empiezan a sentir redundantes en la sociedad americana, pero en vez de adaptarse a las nuevas condiciones de contorno que ellos mismos han creado, quieren, como los nobles franceses, que persista el sistema de batallas sin cañones y peleas cuerpo a cuerpo.
A las personas no les gusta estudiar durante toda la vida, ni siquiera les gusta a los grandes catedráticos de Física, que quieren que lo que ellos saben y explican sea una verdad dogmática.
Solo mediante una enseñanza que ponga por encima de cualquier otro valor la diversidad, y el dominio del alumno para aprender cualquier cosa, siempre variable, podrá dar una respuesta útil a los desafíos que se nos vienen encima.