Nos preguntamos todos los días por el tiempo que va a hacer, calores y fríos, lluvias y sequías, inundaciones y quizás tornados. Nos quejamos cuando a primeros de junio las temperaturas son de 38 grados en Madrid, 40 en Andalucía, y nos quejamos cuando bajan de golpe a 20 grados, de un día para otro, como en estas dos últimas semanas.
Este año se han destruido miles de hectáreas de cultivos en Cuenca, a finales de mayo, por el pedrisco, y se han arruinado miles de hectáreas de cereal en el sur de Castilla La Mancha, y en Extremadura, porque no ha llovido por allí en ese mes.
En las grandes llanuras de los Estados Unidos los tornados han aumentado su frecuencia e intensidad, y matan cada vez a más gente, y los afluentes del Mississippi generan cada vez más inundaciones.
Los grandes incendios son cosa de todos los años en California y Australia y los tifones destrozan con frecuencia las Filipinas y las costas de China.
La extensión del hielo ártico es cada vez menor de año en año, como vemos en esta gráfica del Centro de Datos Nacional de la Nieve y el Hielo, de los EEUU:
En los últimos 40 años ha disminuido el hielo ártico en un 3.5% por década.
Todo esto ha ocurrido en el pasado, y la historia está llena de estos fenómenos meteorológicos.
Lo que estamos viendo ahora, sin embargo, es un aumento de su frecuencia y sus intensidades. Y lo que nos importa no es la historia, salvo para aprender de ella, sino nuestras vidas y nuestra civilización actual.
Curiosamente, la concentración de CO2 en la atmósfera empezó a aumentar algo antes de lo que lo ha hecho la temperatura global media del planeta:
(gráficos de la concentración de CO2 en la atmósfera de la Tierra, del Instituto Scripps de Oceanografía, La Jolla, California) y hoy esa concentración es 1.4 veces la del máximo de las distintas glaciaciones de los últimos 800.000 años, y el aumento ha sido inmensamente más rápido. En 200 años hemos superado con creces las oscilaciones propias del planeta que lo llenaron y vaciaron de hielo 8 veces en 800.000 años.
No queda la menor duda, entre los científicos y los ciudadanos de la Tierra, de que esta subida acelerada ha sido causada por la quema de combustibles fósiles. Solo quedan las resistencias ofrecidas por las grandes empresas de petróleo y gas. ¿Por qué será?
El CO2, una vez inyectado a la atmósfera, y una vez que una parte del mismo se ha capturado por el océano, permanece en aquella unos 150 años. Puesto que ese CO2 está causando, entre otras cosas, la disminución de hielo ártico, y con ella, la subida de la temperatura del Polo Norte, y como consecuencia de esto, los fenómenos meteorológicos cada vez más extremos que he citado, una parte de un Cambio Climático la hemos producido ya y está aquí para quedarse, al menos a lo largo de nuestras vidas y las de nuestros hijos y nietos.
Se trataría de que ese cambio no aumentase. Se trata de que sobreviva nuestra civilización.
Para ello es preciso cambiar la forma de capturar energía y, sobre todo, de utilizarla.