La ley de los rendimientos decrecientes

En nuestras culturas “modernas” cada persona quiere mejorar su status de manera constante. En otras épocas de la historia una gran mayoría de personas aceptaba su posición en la vida.

 

La actitud “moderna” es espléndida. Pero tiene una pequeña “cucaracha” (bug en inglés, algo que destroza el programa).

 

Hace 50 años uno miraba a su alrededor y veía que los médicos, los ingenieros, y algunos abogados, ganaban muchísimo dinero. “Yo quiero ser médico”, decían muchos jóvenes.

 

La presión de todos ellos, y sus familias, llevó, al menos en España y en otros muchos países, a llegar a tener 60 facultades de medicina. A que el MIR lo pasasen miles de candidatos.

 

Claro, los médicos, aunque ganan buen dinero, ya no pueden tener, como Marañón, un palacete en Castellana con José Abascal.

 

Las revistas científicas (miles de ellas) están inundadas de artículos, mejores o peores, pero miles de ellos anualmente. No representan innovación, o nuevos descubrimientos, sino pequeños detalles adicionales a lo que ya se conoce. Pero para mejorar su situación los académicos deben, no descubrir nuevas cosas, sino publicar y publicar sin parar. Un artículo al mes no puede, de ninguna manera, representar un nuevo descubrimiento, pues para esto se necesita haber pensado y meditado mucho.

 

Pero la demanda es imparable, y quien no publica más que los demás queda en la cuneta.

 

Ahora, al haber tantos académicos, su reconocimiento social baja de manera sistemática. “Uno más…”

 

Los “chalecos amarillos” en Francia se quejan de las “élites”. ¿Qué quieren? Por lo que dicen, que desaparezcan, y tener ellos lo que tenían aquellas.

 

En España, la enseñanza y las pruebas de acceso tienden (salvo el esfuerzo de algunos profesores) a igualar a todos por abajo: “Las élites son malas, y las diferencias de notas crean frustración”.

 

Pero, ¿para que estudiar si todos van a sacar las mismas notas, y por lo tanto va a haber cada año un millón de graduados? Lo que cada uno de ellos puede conseguir, si todos tienen la misma calificación, es el mismo trabajo, para lo cual no se precisa pasar 15 años de exámenes constantes.

 

El daño no es para “la sociedad”, que también. El daño es para cada persona.

 

Se quiere que cada uno “mejore”, pero al forzar esa mejora, no mejora ninguno.

 

El problema es básico, esencial: Mejorar es ser mejor que los demás, y esto no puede ocurrir en todas las personas, por definición.

 

Ser rico es ser másrico que los demás. Si todos somos iguales, no hay nadie rico. Es decir, todos pobres.

 

De nuevo, el problema no es para la sociedad.

 

El problema es para cada persona.

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