La tragedia del nacional-populismo

Acabo de leer un artículo en The Economist sobre el nacionalismo que está aquí para quedarse. Y leí hace unos días un libro de Eric Hoffner “The true believer”. Ambos explican el renacimiento del nacionalismo, y de la fé, por la capacidad de comunicación que proveen los imperios, en la época de Roma, gracias a las facilidades para la comunicación, inexistentes en épocas anteriores a Augusto, y hoy, en las redes sociales.

 

Las personas descontentas de sí mismas, las personas con escasa capacidad para entender o regular sus vidas, las personas dejadas un poco de lado por la sociedad (y ¿cómo no van a ser dejados de lado aquellos que no tienen opiniones razonables sobre la misma?) responden con pasión a quienes les acogen en sus redes.

 

Una persona con ideas estúpidas (recordemos que estupidez es hacer el mal sin obtener nada positivo a cambio) se siente cómoda en el seno de una tribu de otras personas que valoran esas ideas, hasta el punto de que es capaz de llegar a sacrificarse por la tribu.

 

Las ideas-pegamento que mantienen unidas a esas tribus son tanto más potentes cuanto más absurdos son, puesto que nadie con capacidad para razonar se suma a las mismas.

 

En las obras citadas arriba se dice que los nacional-populistas miran constantemente hacia atrás, queriendo recrear una gloria pasada que los seguidores crean en sus mentes. En nuestro país los catalanes han construido una imagen sin el menor viso de realidad, de una etapa pasada de grandeza que el presente les ha arrebatado. Los americanos engañados por Trump asumen que tienen que hacer a los EEUU “grandes de nuevo” cuando nunca han sido más grandes que ahora. Los ingleses que quieren un “brexit” imaginan que en la Inglaterra del pasado había más gloria que en la actual.

 

La realidad es que Cataluña siempre ha sido lo que es hoy: Una metrópolis, Barcelona, de comerciantes, sometidos a las crecidas y sequías de las finanzas, con un hinterland campesino que quiere participar en los beneficios del comercio sin compartir sus riesgos: Una dicotomía que lleva a la paranoia.

 

La Inglaterra de la “Gloria” era la de las viviendas sin baños ni calefacciones, sin educación y con la “Navy” capturando personas por las calles para hacerlos marineros forzados. La Inglaterra que hizo su dinero vendiendo opio a los chinos como capos colombianos, pero estatales.

 

Los “nacional-populismos” solo desaparecen con derrotas radicales como la del 1945 de la Alemania nazi, porque sus seguidores no viven, intelectualmente, en el presente, en la realidad de las cosas, sino que su vida discurre en las nubes de lo virtual, y en lo virtual, como en las películas de Matrix, hasta la resurrección es posible.

¿Dónde acaba el “nacional-populismo”? Por lo general, en una situación mucho más pobre de la que surgió, porque la idea de montar una tribu basada en las glorias interiores es el abandono del esfuerzo individual por mejorar la situación de cada uno y aceptar los cuentos de aquella. Y a veces la evolución es la guerra para “demostrar” la grandeza del nuevo o antiguo conjunto de personas. Y las guerras nunca producen más que muertos y miseria.

 

El lujo de anular la “grandeza” de unos frente a los demás lo hemos visto durante 67 años en Europa, 67 años sin guerras y compartiendo y aumentando recursos. Una de las locuras del nacionalismo excluyente es pensar que el territorio propio, y la falta de inmigración incrementa la riqueza, cuando esta es esencialmente el flujo de recursos e ideas de unos a otros.

 

La tragedia del “nacional-populismo” es la substitución de la riqueza real por una irrealidad virtual. Es la diferencia entre Numancia e Itálica: Los unos, desaparecidos de la faz de la Tierra, los otros senadores, filósofos y emperadores de Roma.

 

¿Se puede vivir con el “nacional-populismo”?

 

La única alternativa es la educación y el ridículo. Educación a los jóvenes para que duden de las imaginaciones, ridículo a los iluminados.

 

Si se quiere, se puede conseguir que desaparezca.

Una respuesta a “La tragedia del nacional-populismo”

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