Retomando las reflexiones sobre el clima y la situación social en el mundo

Hemos vuelto a tener huracanes y tifones, cada vez más intensos, aunque sabemos que no más frecuentes. Este verano no ha sido de los más calientes, pero ha sido caliente, y sobre todo, largo, pues está durando hasta Octubre. Las lluvias de primavera se extendieron hasta Junio.

 

Estos cambios respecto a las estaciones tradicionales son lo que llamamos Cambio Climático.

 

Sabemos (y ¿quién mejor que los que estudiamos el clima?) que siempre ha habido cambios en el clima, puesto que este es un análisis estadístico del tiempo atmosférico y de los movimientos del océano. Las estadísticas cambian con el tiempo del reloj, pues así lo hace el tiempo atmosférico.

 

Pero estos cambios actuales son muy seguidos y muy intensos, mucho más que los más importantes del pasado próximo, el óptimo climático de la época de las expediciones de los noruegos como “vikingos”, alrededor del año 1000 de la Era Común, y la Pequeña Edad del Hielo, en la última mitad del siglo XVII. Y muchísimo más rápido que el comienzo y la finalización de las glaciaciones del Cuaternario, y otros muchos cambios de los últimos millones de años.

 

¿A qué puede deberse esta rapidez e intensidad?

 

Es curioso notar que las temperaturas en el Globo empezaron a subir unas décadas después del comienzo de la segunda revolución energética, con el uso de los combustibles fósiles, cuando este uso alcanzó una mayoría de los países de la Tierra, hacia 1860/1870.

 

Las coincidencias y correlaciones no son causa/efecto. Pero en este caso el incremento de la concentración de gases poliatómicos en la atmósfera genera un incremento de la radiación infrarroja atrapada entre el límite superior de la troposfera, la tropopausa, y la superficie del planeta, cuyo efecto ahora sí es el aumento de temperatura. Puesto que el aumento de la concentración de CO2 es el más rápido de los que tenemos registro, y ha alcanzado hoy un valor que no se había alcanzado en los últimos 3 millones de años, es evidente, desde la ciencia, que el aumento actual de la temperatura del planeta, y sobre todo, del Ártico, es consecuencia del aumento de esa concentración.

 

Aceptemos, ya, sin más dudas, que la quema de combustibles fósiles está causando el presente cambio climático rápido e intenso. La concentración de CO2 ya ha causado este cambio, y sería urgente impedir que se haga aún más intenso. En particular, en las tundras del Círculo Polar Ártico, el metano atrapado bajo el hielo está comenzando a salir a la atmósfera, con un potencial de retención de radiación infrarroja 30 veces superior a la del CO2.

 

Tenemos un buen problema.

 

Tenemos la solución en nuestras manos, pero como con todos los problemas actuales de la sociedad, no queremos aplicarla.

 

Teníamos una sociedad que funcionaba. En Europa, tras varias guerras con intervalos de 20 años entre las mismas, hemos vivido 70 años sin ellas. Solo un ignorante de la historia quiere volver al riesgo de las muertes masivas.

 

La humanidad ha pasado de vivir en chozas con letrinas comunes y sin higiene a vivir, quizás no tan bien como todos quisieran, pero mil veces mejor de como se vivía hace 100 años. Basta con ver fotos de aquella época.

 

Cuatro países del planeta, Corea del Norte, Cuba, Nicaragua y Venezuela, han optado por una vida miserable, pudiendo vivir muchísimo mejor.

 

Los votantes de Trump, de LePen, los Brexiteros, las nuevas extremas derechas de Austria, Alemania, Suecia, Hungría, Polonia, los fanáticos religiosos, rechazan la buena vida en favor de una idea mística e irrealizable: La vida aislada en pequeñas tribus.

 

En el Medio Oeste de los EEUU, sede del triunfo de Trump, la unión de las tribus “indias” habríanconseguido una negociación ventajosa con el gobierno federal, hace unos 150 años, sin en vez de “tribus” hubiesen dejado de lado las tonterías y hubieran hecho un frente común.

 

La razón de no hacerlo, la razón del Trumpismo, del populismo, es el miedo. El miedo a ser libres e individuales, a ser cooperativos en vez de imitativos, a cooperar cada uno desde su propia autoridad, en vez de querer imponer a todos el ser todos iguales. La búsqueda de la protección del grupo en vez de la vida en un mundo abierto, que da miedo.

 

Estas personas con miedo son muchas, y hoy pueden ejercer un poder considerable, pues les es muy fácil agruparse vía los distintos sistemas de comunicación.

 

Los Brexiteros en Inglaterra se sienten perdidos en una Europa que desconocen, y de la que solo tienen referencias históricas. En vez de volar sin miedo, se quieren refugiar en el nido de sus “tradiciones”.

 

De la misma manera una buena parte de la población del planeta tiene miedo de perder su forma de vivir si acepta la realidad del cambio climático: Su coche, sus vacaciones, su calefacción, su aire acondicionado.

 

La reacción es de miedo, en vez de tener miedo a lo que representa el cambio climático.

 

Los Brexiteros tienen miedo a la invasión de gentes de la Europa del Este, los Trumperos, a los latinos. En vez de sentirse fuertes e incorporar a esos inmigrantes, se sienten débiles y quieren levantar barreras de protección.

 

La racionalidad, la razón, las razones, son impotentes frente al miedo. Cuando una muchedumbre se deja llevar del pánico ante, por ejemplo, un atentado, o en los vomitorios de un estadio de futbol, hay generalmente más problemas de muertes por aplastamiento que directamente por las armas terroristas.

 

Hubo una época en la cual los franceses eran diablos para los españoles, auténticamente, seres con cuernos y rabo.

 

¿Cómo se superó el miedo? Solo cuando los viajes permitieron ver a una mayoría de las personas que los de “allá” eran iguales a los de acá.

 

Votaron el Brexit aquellos ingleses de menor conocimiento, losque menos habían viajado, o que lo habían hecho siempre dentro del cascarón de la tribu, como votaron a Trump los americanos con menor conocimiento de la geografía y de su propia historia. Hoy tenemos ese mismo problema con unas personas en Cataluña que desconocen la historia real y viven dentro de un cascarón tribal de mitos y cuentos.

 

¿Tiene solución esta situación de rechazo de la realidad?

 

La mejor solución es aumentar el conocimiento de las personas, si es que aún estamos a tiempo, lo cual es, cuando menos, dudoso.

 

La UE debería ofrecer viajes muy baratos o gratis, a los ciudadanos de Hungría, de Polonia, de Austria, y utilizar la televisión para comunicar la realidad, utilizando, sin escrúpulos, las técnicas de marketing.

 

Cambiando una frase bien conocida, en vez de “la mejor defensa es el ataque”, deberemos asumir que la “única defensa es el ataque”.

 

Quizás el problema del cambio climático tenga solución si no resolvemos el problema del populismo: Una crisis económica brutal puede conseguir que dejemos de quemar combustibles fósiles por falta de dinero.

 

Pero una mejor solución, si se quiere buscar por quien tiene los recursos, implicaría mostrar y vender, con las mejores técnicas desarrolladas para convencer, que el hecho de sustituir las energías fósiles por energías solares, genera empleo y riqueza distribuida.

 

La acción individual o de las ONG no llega a la cantidad de personas necesaria para llegar al número crítico necesario para cambiar el paradigma energético.

 

Si estamos, realmente, convencidos de la realidad, no deberemos tener escrúpulo alguno para convencer de esa realidad a los ciudadanos del país, de Europa, del Mundo.

 

 

 

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