La información y su desprecio

Una gran mayoría de personas aceptan sin más lo que les dicen, lo que ven en la televisión, o escuchan en la radio. En eso se basan las campañas de marketing, incluido el Brexit, y la venta del producto “presidente” de un país o de una federación de 50 estados.

 

La información sobre el valor real de los productos en venta, incluidos los políticos candidatos, está sin embargo a un click de teléfono móvil, y basta con contrastar una serie de informaciones distintas para hacerse una idea clara de lo que los marketinistas quieren que compremos.

 

Por ejemplo, el Sr. Trump empleó, seguro, y probablemente emplea, inmigrantes ilegales en sus hoteles. Pero nadie de los que le votan se toma la molestia de comprobarlo, de contrastar las informaciones. 

 

A mí me llaman constantemente de muy diversas firmas, como a todo el mundo. Ofrecen que me cambie de compañía eléctrica, de empresa de telefonía, que cambie de coche, que compre otras muchas cosas.

 

Pero, ¿qué me puede ofrecer Vodafone que no me ofrezca Movistar? Ambas empresas quieren hacer dinero y si una de ellas tuviese un producto mejor o más barato que otras, esas otras habrían desaparecido. Cuando me veo obligado, forzosamente, por obsolescencia del que tengo, a comprar un coche, pruebo unos cuantos, sin escuchar los mensajes del marketing, o lo que me digan otras personas vía whatsapp o el correo electrónico.

 

La información es directa y veraz, cosa que no son las anteriores.  En épocas en las cuales las únicas fuentes de información eran relatos fantásticos, o el “boca a boca” distorsionado, no había otro remedio que más o menos aceptar “lo que se dice”.  Hoy no hace falta, pues la información correcta está a disposición de todo el que la busque.

 

Sucede con esto como con otras muchas cosas: Domina la pereza, mental y física.  Un “ahora lo hago, ahora lo miro” donde “ahora” es el “mañana” que se decía de los mexicanos.

 

Esto ocurre hasta en el dominio científico, en el cual la necesidad de pensamiento crítico no existe en la mayoría de los alumnos e incluso en una cierta parte de los profesores, que no se plantean todas las mañanas si lo que van a enseñar ese día es lo cierto y lo correcto, o si pudiesen estar en un error.

 

Porque hasta los genios se equivocan, y hay afirmaciones de Einstein que son abiertamente erróneas, como las de muchos Premios Nobel, cuyas ideas, pasados algunos años, se han visto como equivocadas.

 

Durante miles de años pocos se plantearon si sería cierto que fuera el sol el que giraba alrededor de la Tierra, y en la Física, durante 100 años se aceptó sin más la existencia del “Éter”, un fluido tan sutil que no presentaba rozamiento sobre la Tierra que se movía en su seno, y tan rígido que le velocidad de la luz en ese medio, en ese “Éter”, era de 300.000 kilómetros por segundo.

 

Un poco de pensamiento crítico podía haber rechazado la hipótesis del “Éter” a poco de haber sido propuesta.

 

Muchas personas rechazan la mitología clásica pero aceptan sin crítica los Biblia de los judíos. Todos los análisis textuales y arqueológicos muestran que los textos de los Biblia se escribieron después del Exilio a Babilonia, y por tanto son la codificación de leyendas orales, del mismo tipo que las griegas, o las hindúes.

 

Las epístolas de Pablo de Tarso (San Pablo) se dividen en dos grupos: 7 que, aunque los documentos escritos datan de unos 100 años después de la vida de Pablo, parecen ser suyas, y 6 que son de otros autores. Los evangelios canónicos de la Iglesia Cristiana son muy tardíos. Puede uno aceptar o no lo que dicen como auténtico, pero no hay ninguna prueba de ello.

 

De los sonetos de Shakespeare no se sabe mucho acerca de quién pudiese ser su autor. Posiblemente el mismo Shakespeare, pero no hay pruebas para aceptarlo.

 

Y así con todo. Yo, que soy físico, no me creo ni siquiera las leyes de Newton, y pruebo de vez en cuando si siguen siendo correctas o no.

 

Tenemos toda la información que podemos necesitar al alcance de nuestra mano, con un esfuerzo minúsculo. Muchas personas rechazan la mitología clásica pero aceptan sin crítica los Biblia de los judíos. Todos los análisis textuales y arqueológicos muestran que los textos de los Biblia son posteriores al exilio en Babilonia, que terminó en el 537 AEC, de manera que su “verdad” es muy dudosa.

 

¿Por qué creemos unas cosas y otras no? ¿Por qué despreciamos la información?

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *