El problema de las dietas de adelgazar

Hay personas que se pasan la vida entera tratando de rebajar su peso.

Consideremos el siguiente hecho sencillo: 10 gramos diarios asimilados suponen 3.65 kilos mas de peso al año, 36.5 kilos de peso en 10 años, es decir, pasar de 60 a 96 kilos.

10 gramos diarios eliminados supondrían 36.5 kilos menos de peso en 10 años.

8 gramos es la cantidad de azúcar  de un sobre de la misma de la cafetería. Toda la energía que necesitamos cada día la podemos obtener de 700 gramos de harina de trigo mezclada con agua, más o menos, de 1 kilo de pan.

Así pues, si asimilamos 10 gramos de materia diariamente, asimilamos el equivalente de un 1.4% de lo que nos comemos.

Según este cálculo tan simple, si reducimos 21 kilocalorías de nuestra ingesta diaria, reducimos 3.65 kilos en un año.

Pero, y esto concurre con todo lo que escribo, ¿cómo vamos a garantizar que esa reducción es real?

En la física, y eso enseñamos a nuestros alumnos, todo lo que medimos tiene incertidumbres. Si comemos un filete de carne ¿sabemos, del peso medido, cuánto hay asimilable y cuánto no, cada día? Los filetes son distintos de día en día, y es imposible saber con la exactitud de 10 gramos o 21 kilocalorías, lo que comemos cada día. Del pan que comemos, ¿sabemos si hemos comido una miga más o menos?

Y así con todo.

Y la asimilación no depende de lo que comemos, ni casi del ejercicio que hacemos. Subir el Himalaya, o correr una maratón implican, sobre poco más o menos, las 2000 kilocalorías de la ingesta de un día. Correr 4 kilómetros (que es lo que se puede correr en una ciudad, en cualquier día laborable, son por tanto, unas 200 kilocalorías. Y si alguien “quema” cada  día 200 kilocalorías extra, no adelgaza 365 kilos en un año: Habrá muerto mucho antes.

El cuerpo de cada animal se mantiene en un equilibrio notable, del que solo se sale cuando se enferma. Se puede reducir en 200 kilocalorías la ingesta diaria. Se baja de peso… uno o dos meses y luego el cuerpo ajusta su consumo a la nueva ingesta.

No conocemos cómo el cuerpo, el cerebro, regula ese equilibrio.

Mientras no consigamos ese conocimiento, el cuento de “ese alimento tiene más calorías que aquel otro”, y la historia de las dietas es, probablemente, un cuento chino.

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