El día 31 de Octubre comienza en Glasgow una más de las “Conferencias de los Interesados” (“Conference of the Parties”) que tratan de conseguir avances en la implantación de medidas eficaces para frenar el Cambio Climático. En la COP21 de Paris, los Estados del mundo se comprometieron por escrito a poner en marcha esas medidas, pero han pasado 6 años y no se vislumbra ningún efecto de las mismas en las emisiones de gases de efecto invernadero. Si observamos la curva de crecimiento de la concentración de CO2: https://keelingcurve.ucsd.edu/ esa concentración ha seguido creciendo exactamente igual que lo ha hecho desde que comenzaron las medidas. Ni siquiera la pandemia ha sido capaz de frenarla.
El aumento de concentración de CO2 en la atmósfera y el consiguiente aumento de metano producen, desde ahora y durante al menos 120 años, un aumento de la temperatura media global del planeta, y como expresan todas las medias, un aumento de las temperaturas extremas, entre otras las del Ártico. Este aumento de temperaturas en el Polo Norte cambia la circulación de la atmósfera, y propicia fenómenos como las altísimas temperaturas en el noroeste americano y en Finlandia, inundaciones en Alemania, secuencias constantes de gotas frías en España, incendios, y demás fenómenos meteorológicos. Daños que llegan a los cientos de miles de millones, y que nos empobrecen a todos.
Esta COP26 se va a dedicar a los problemas de financiación de las medidas para frenar las emisiones de esos gases contaminantes. Estas medidas no son otras que sustituir la energía obtenida de la quema de combustibles fósiles por la obtenida directamente desde el sol, mediante centrales fotovoltaicas, termosolares y eólicas. Realmente es difícil entender por qué hay problemas de financiación para esto. Las grandes petroleras no tienen esos problemas para lanzar plataformas de extracción en lugares tan inhóspitos como la costa norte de Alaska. Es claro que no tendrían problemas para montar de forma masiva centrales solares de cualquier tipo. Las empresas de fabricación de vehículos no tienen problemas para fabricarlos si sus motores utilizan derivados del petróleo. No tienen, por tanto problemas para hacerlo si sus motores son eléctricos.
Ahora bien, con la excusa de que los ciudadanos quieren ahorrarse el empobrecimiento que supone el cambio climático, esas mismas empresas quieren que esos mismos ciudadanos financien los cambios necesarios en sus factorías, cambios que en buena lógica empresarial deben asumir los empresarios, pues ganarán dinero con ellos, más o menos, más pronto o mas tarde, pero ganarán dinero, como han ganado con las tecnologías anteriores.
Una cultura anticapitalista promovida por los propios capitalistas es algo bastante común, pero que se entiende mal, aunque, por ejemplo, ha ocurrido anteriormente con las centrales nucleares españolas. En esta COP26 los Estados deben mantenerse firmes en forzar, mediante los inmensos recursos que detentan, a las empresas a poner las bases de sus futuras ganancias, mediante sus inversiones en el presente. Y de ninguna manera aceptar que esas inversiones deben empobrecer hoy a los ciudadanos.