El ser humano ansía la certidumbre: “¿Me querrás siempre?”, “¿Me pagarás este trabajo?” …
Pero la realidad del mundo es incierta, y ningún esquema mental ni social puede eliminarla. Aceptar ésta realidad nos da algo más preciado que cualquier certidumbre: La libertad.
Los calvinistas y puritanos, y otros muchos grupos religiosos y sociales, de todas las partes del mundo, asumían y asumen la predestinación: La falta total de libertad, pues, según sus doctrinas, no existe incertidumbre y todo está linealmente establecido por su dios o sus dioses.
Hay muchos físicos que aún asumen el determinismo, pues se fían de unas ecuaciones que predicen el futuro de un sistema físico con certeza a partir del conocimiento del presente.
Pero esto solo se cumple para algunos sistemas especiales, simples, sin interacción con otros, y cuyas ecuaciones son lineales, es decir, del tipo de 2+3 = 5. Si las ecuaciones son no lineales (del tipo
(2+3)^2= 25) y los sistemas interaccionan, aunque solo sean dos de ellos, entonces es imposible predecir las trayectorias, ya que los sistemas tienen componentes de aleatorieidad que los hacen inciertos.
Y esto es así para la inmensa mayoría de los sistemas naturales, aunque, claro, los humanos hemos construido máquinas razonablemente predecibles. Razonablemente, pues, por ejemplo, hace unos días no me arrancaba el coche: La máquina, pseudo-determinista, se convirtió en incierta.
El mejor ejemplo de un sistema físico tremendamente simple, que se mueve aleatoriamente, es la unión de dos reglas de longitudes distintas mediante un clavo que las permita oscilar una respecto a la otra:
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Se suele decir en los textos de física al uso que, si pudiésemos fijar siempre las mismas condiciones iniciales, los dos péndulos describirían exactamente las mismas trayectorias altamente irregulares. Pero, ¿cómo puede un físico decir ésto? Todos los físicos saben que es imposible fijar una posición con precisión infinita, que el error es parte intrínseca de la naturaleza, pues esa posición inicial depende de los movimientos de un número del orden de cuadrillones de interacciones atómicas altamente irregulares. Si la física no es un puro juego matemático, sino un esfuerzo por conocer la realidad de la naturaleza, no podemos decir “los movimientos
son deterministas, pues las ecuaciones así lo son”. Las ecuaciones podrán serlo, pero no lo son las soluciones de esas ecuaciones, que dependen de condiciones iniciales y condiciones de contorno variables.
La naturaleza es incierta a nivel físico, a nivel químico, a nivel biológico, y por lo tanto a nivel humano, y social.
A nivel atómico, no hay átomos aislados. Las interacciones lo son entre un número muy grande de ellos, y son interacciones eléctricas, y por lo tanto, no lineales. Los movimientos de los electrones en los átomos son, por tanto, no deterministas, dentro de las ligaduras correspondientes: De la misma manera que dentro del bombo de la lotería de navidad los movimientos de las bolas son no deterministas, pero están sometidos a la ligadura de moverse dentro de ese bombo, los electrones se mueven de manera no determinista, pero alrededor del núcleo de los átomos, y sus energías solo pueden tener ciertos valores discretos.
Desde las dimensiones más pequeñas a las mayores dimensiones que conocemos, la incertidumbre en los movimientos de los cuerpos es la realidad de la naturaleza.
Esto mismo ocurre en la biología: Cada duplicación genética introduce aleatorieidad. Las especies se mantienen, cambian, desaparecen, sin regla alguna conocida.
El mundo es incierto. Se puede tratar de reducir esa incertidumbre, pero no se puede eliminar.
Si esto esa así, lo mejor es reconocerlo.
Un ejemplo puede servir para ilustrar esta idea: En las carreteras se producen averías y accidentes de forma constante, pero aleatoria. Sin embargo, las carreteras no están diseñadas para esos casos. Una avería, un accidente colapsan el tráfico durante horas, porque no existen en esas carreteras arcenes amplios por donde puedan circular las grúas, las ambulancias, los bomberos, la guardia civil.
No se ha asumido la realidad de la incertidumbre a la hora de construirlas y el resultado es evidente: Un desastre para la eficiencia, para el gasto de energía, y para las emisiones de CO2.
Y así con todo. Los políticos podían decir, de manera honrada: “Haré todo lo posible para que las cosas vayan bien, para que vayan mejor, pero habrá problemas. Lo intentaré, pero no puedo garantizar nada”. Y los votantes deben asumir esa realidad.
Si se reconoce la realidad de la incertidumbre, se puede aplicar de manera sistemática el principio de precaución, que consiste en tener preparadas las alternativas para cuando las cosas no funcionen como se espera que lo hagan: Por ejemplo, tener siempre las reservas económicas necesarias para afrontar sin demasiados problemas crisis como las de 2007-2010. Asumir que puede haber cambio climático, y tener preparadas las alternativas a las posibles sequías, subidas de temperatura, inundaciones y demás efectos del mismo.
Y, sobre todo, dar la bienvenida a esa realidad de la incertidumbre, pues permite la existencia siempre de muchas alternativas a cualquier situación: Nos da acceso a la libertad.